Sara recibió a Paulina con un abrazo amistoso, y la atrevida de su amiga la besó en la boca, allí, en el pasillo del piso 19. Por suerte no había nadie a la vista. Tiró del brazo de Paulina y desaparecieron las dos dentro del departamento. —Ay, tarada… no hagas estas cosas sin avisar, que alguien nos puede ver —dijo Sara, entre risas. —Y esa es la parte más divertida. Paulina la sujetó suavemente por la nuca y esta vez le dio un beso cargado de pasión. En la mente de Sara se activó el mismo interruptor que aquella noche de besos lésbicos en la discoteca. Cerró los ojos y se dejó llevar. No podía rechazar un beso tan bueno como ese. ¿Por qué su novio no la besaba así? —Me encantaron las fotos que me mandaste —dijo Paulina, mirándola a los ojos—. Cumpliste con la consigna con la mejor no