Entro y vio a su hermana que venía con mi café, y con una mancha de sangre entre las piernas. —Ala tía, te ha venido. – le dijo señalándole. —Joder que vergüenza. —exclamo. —Dame, yo le distraigo y subes a casa a cambiarte. —le ofreció su hermana, notando ya mi polla en su culo, y tragando saliva de lo cachonda que iba. Nerea llego con mi café, y se quedó a un lado moviéndolo con la cucharilla. Esperaba ver pasar a su hermana ligera, y escusándose. Paso, dijo que ahora venia, y antes de que se cerrara la puerta, ya corría a la cocina riendo, y notando mi mano rozar su cintura. Fue rápida, pero no tenía escapatoria. Me vio llegar con el café sonriéndole vicioso, y me dijo: —Pero deja el café, que no va a tardar mucho.— Y se levantó la camiseta, dejándola encima de sus tetas, mirándome