CAPÍTULO DOS
Danielle Fine se metió una píldora de cafeína en la boca, se la tragó con un trago caliente de una Coca-Cola sin gas y luego abrió el cajón donde guardaba su ropa interior.
Danielle pensó en Martin. Llevaban seis semanas saliendo. Y aunque habían decidido que se tomarían las cosas con calma, Danielle había perdido la paciencia. Había decidido que se le montaría encima esta noche. Detenerse en segunda base cada vez que se veían la hacía sentirse como una adolescente estúpida que no sabía lo que estaba haciendo.
Y ella sí que sabía lo que estaba haciendo. Y estaba bastante segura de que Martin también. Sin embargo, eso lo sabría a ciencia cierta esta noche.
Danielle terminó seleccionando unas bragas con encaje que se veían sexy. Pensó en qué sostén ponerse, pero luego decidió no usar ninguno en absoluto. Ella y Martin no se vestían muy formal y, además, ella no tenía mucho busto. Ningún sostén le sería de mucha ayuda. Además, Martin le había dicho que le gustaba cómo se le veían las tetas sin sostén.
Hoy se verían temprano para cenar antes de entrar al cine a las 6:30. El mero hecho de que iban a cenar y luego al cine en lugar de tomarse unos tragos y luego regresar a su casa para besarse era un punto a su favor. Se preguntó si Martin era el tipo de hombre al que le gustaba sentirse que estaba siendo un caballero.
«Llevas seis semanas con el tipo… ya deberías saber ese tipo de cosas», pensó mientras se ponía las bragas.
Se vistió frente al espejo de cuerpo entero en la pared de su dormitorio. Se probó algunas camisetas antes de decidirse por una camiseta negra apretada y unos jeans muy básicos. Ella no era el tipo de chica que tenía un montón de faldas o vestidos en su clóset. En las mañanas, normalmente se ponía lo primero que encontraba. Sabía que había sido bendecida con el atractivo de su madre y, como también tenía un cutis hermoso, por lo general tampoco usaba mucho maquillaje. Su pelo n***o teñido y ojos marrones intensos la hacían verse aún más bonita. En un abrir y cerrar de ojos, podía pasar de ser inocente y dulce a sexy. Esa era una de las razones por las que nunca le habían preocupado sus tetas pequeñas.
Luego de echarse un vistazo en el espejo y ver la misma figura, rostro y camiseta de adolescente, Danielle estaba lista para su salida con Martin. A Martin le gustaba pasar el rato en garajes y pistas de carreteras. Le había dicho que había participado en boxeo amateur hace un tiempo. Ella le había creído porque tenía cuerpo de boxeador (otra razón por la que estaba perdiendo la paciencia) y actualmente trabajaba como especialista en TI independiente. Pero, como ella, no se tomaba la vida demasiado en serio y disfrutaba de beber mucho. Hasta el momento, parecían la pareja perfecta.
Pero seis semanas sin sexo… ya no aguantaba. Se sentía muy presionada. ¿Y si le decía que no? ¿Y si realmente quería seguir yendo despacio y ella simplemente no podía esperar más?
Con un suspiro, se fue a la nevera. Para calmar sus nervios, agarró una cerveza de la nevera, la destapó y tomó un trago. Cayó en cuenta de que estaba mezclando cafeína con alcohol, pero no le importó mucho. Ciertamente había sometido su cuerpo a cosas peores.
Su teléfono sonó. «Si está llamando para cancelar nuestra cita, lo mato», pensó.
Cuando vio que no era su nombre en la pantalla, se relajó. Sin embargo, cuando vio que su hermana era la que estaba llamando, sus hombros se cayeron. Sabía que debía contestarle. Si no lo hacía, Chloe la llamaría otra vez en quince minutos. Persistencia era una de las pocas cosas que tenían en común.
Ella contestó la llamada, no molestándose en saludar como de costumbre. —Bienvenida de nuevo a Pinecrest —dijo Danielle en un tonó monótono—. ¿Ya estás bien mudada?
—Depende de si me lo estás preguntando a mí o a todas estas cajas empacadas —respondió Chloe.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó Danielle.
—Esta mañana. Ya bajamos todo del camión. Estamos desempacando todo poco a poco para luego poner todo en su lugar.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Danielle.
El breve silencio al otro lado de la línea sugirió que Chloe no había estado esperando este tipo de generosidad. A decir verdad, Danielle solamente se había ofrecido porque sabía que Chloe no le diría que sí. O, más bien, Steven no querría que Chloe aceptara su oferta.
—Creo que no, pero gracias. Ojalá se me hubiese ocurrido llamarte cuando estábamos bajando todas las malditas cajas.
—De ser así, tal vez no me habría ofrecido —dijo Danielle con sarcasmo.
—En fin… Mira, ¿recuerdas a Kathleen Saunders de la escuela secundaria?
—Un poco —dijo Danielle, el nombre trayendo a su mente un rostro adolescente brillante y sonriente.
—Resulta que vive en mi vecindario. A solo dos casas de la mía. Pasó por mi casa a saludarme hace un rato. También me invitó a Steven y a mí a una fiesta este fin de semana.
—Guau, apenas llevan un día aquí y ya están domesticados. ¿Ya compraron una camioneta para los bebés?
Hubo otro breve silencio. Danielle supuso que Chloe estaba tratando de decidir si el comentario era venenoso o simplemente una broma.
—Todavía no —respondió Chloe—. No pienso tener hijos aún. Pero respecto a la fiesta de la cuadra… creo que deberías venir. Kathleen me preguntó por ti.
—Me siento halagada —dijo Danielle, realmente nada halagada.
—Mira, sabes que nos reuniremos en algún momento —dijo Chloe—. Es mejor que lo hagamos más pronto que tarde para evitar todas estas llamadas incómodas. Y quiero que vengas a mi casa para que la conozcas.
—Quizá tenga una cita ese día —dijo Danielle.
—¿Una cita real o una aventura de una sola noche?
—Una cita real. Creo que te caerá bien Martin.
Eso fue tremenda mentira. Estaba bastante segura de que Martin no le caería nada bien a Chloe.
—¿Sabes qué? Deberías llevarlo a la fiesta.
—Dios mío, eres insoportable.
—Entonces… ¿Eso es un sí? —preguntó Chloe.
—Eso es un ya veremos.
—Está bien, lo acepto. En otro tema, ¿cómo estás, Danielle? ¿Todo va bien?
—Sí, supongo. El trabajo va bien, y estoy a punto de salir con el mismo chico por vigésima vez.
—Él suena especial —bromeó Chloe.
—Hablando de eso, tengo que colgar —dijo Danielle.
—Está bien. Te enviaré nuestra dirección por mensaje de texto. Espero que vengas a la fiesta de la cuadra. Es este sábado a las tres en punto.
—No te prometo nada —dijo Danielle antes de tomar un buen trago de cerveza—. Adiós, Chloe.
Colgó sin esperar la despedida de Chloe. Ella no sabía el porqué, pero la conversación había sido agotadora.
«Una fiesta de cuadra —pensó con sarcasmo—. Sé que no hablamos muy a menudo, pero debería conocerme mejor que eso… saber que no me gustan esas cosas.»
Después de ese pensamiento, comenzó a pensar en su madre. Cada vez que Chloe la irritaba, pensaba en su madre. A lo que pensó en su madre, su mano se fue a su cuello. Al darse cuenta de que su cuello estaba desnudo, volvió rápidamente a su dormitorio. Se dirigió al joyero en su cómoda y sacó el collar de plata de su madre, prácticamente lo único que quedaba en el mundo de Gale Fine. Se puso el collar alrededor de su cuello y se metió el colgante debajo de su camiseta.
A lo que lo sintió en su piel, se preguntó con qué frecuencia Chloe pensaba en su madre. También trató de recordar la última vez que ambas habían hablado de lo que había sucedido aquella mañana hace diecisiete años. Sabía que eso las atormentaba a ambas, pero a ninguna de las dos les gustaba hablar de fantasmas.
Solo faltaban diez minutos para su cita con Martin, así que se tomó el resto de su cerveza. Supuso que ya debería salir, aunque eso significaba que llegaría un poco temprano. Se dirigió a la puerta principal para hacer eso, pero luego se detuvo en seco.
Había un sobre directamente debajo de su puerta principal. El sobre no había estado allí mientras había estado hablando con Chloe por teléfono.
Se acercó a él y lo recogió con cuidado. Se sentía como si estuviera viéndose a sí misma en una película porque había hecho esto antes. Esta no era la primera nota que recibía…
El sobre estaba en blanco. No tenía nombre, ni dirección, ni marcas de ningún tipo. Abrió la solapa, la cual no estaba pegada al resto del sobre. Adentro del sobre encontró un pequeño cuadrado de papel.
Sacó la nota y la leyó. Y luego la volvió a leer.
La metió de nuevo en el sobre y llevó el sobre al escritorio que estaba en la pared de fondo de la sala de estar. Guardó la nota allí con las cuatro otras, todas las cuales tenían mensajes similares.
Ella las miró por un momento, asustada y confundida.
Sus manos comenzaron a sudar y su corazón comenzó a latir con fuerza.
«¿Quién me está acechando? —se preguntó—. ¿Y por qué?»
Luego hizo lo que normalmente hacía cuando algo la molestaba. Lo ignoró. Sacó la nota de su mente, junto con su mensaje, y se dirigió hacia la puerta para verse con Martin.
Sin embargo, mientras salía del edificio, el mensaje de la nota comenzó a hacer eco en su mente.
YO SÉ LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ.
No tenía ningún sentido pero, por otra parte, parecía tener todo el sentido del mundo.
Miró su propia sombra en la acera y no pudo evitar caminar un poco más rápido. Sabía que no podía escapar de un problema simplemente ignorándolo, pero al menos eso la hacía sentirse mejor.
YO SÉ LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ.
Sus pies parecían estar de acuerdo. Querían correr de regreso a su casa para tratar de darle sentido a las notas o tal vez convencerla de llamar a alguien. Tal vez a la policía. Tal vez incluso a Chloe.
Pero Danielle solo apretó el paso.
Había logrado dejar su pasado atrás…. bueno, casi…
¿Por qué debería dejarse atormentar por esas notas?