¿Y ahora qué pasa, eh?(4)

1627 Words
Su mente se puso en blanco, por un momento breve, mientras su vista se quedaba clavada en los resúmenes que ella le estaba mostrando. No podía creer la buena (¿O, quizás, mala?) suerte que tenía en ese momento de su vida. Hojeó el encuadernado, sintiendo como en su estómago se originaba un terremoto de emociones que no pensaba ponerles nombre. Reconocía todos esos temas. Incluso podía atreverse a asegurar que no necesitaba leerlos para recitar de memoria cada tema de los ahí expuestos. No, no lo necesitaba, ni siquiera tendría que leer los títulos de las hojas siguientes. Al fin y al cabo ¿Acaso no había sido él quien había hecho esos resúmenes para los candidatos a profesores de la sección de sordos antes de tomar el vuelo a ese país? Él creía estar seguro de que la respuesta era un rotundo Sí. No obstante, una pequeña parte suya, se negaba a creer en lo que veía. Tragó saliva en seco y abrió la boca para articular lo primero que se le vino a la mente. —Eh... Break...— la llamó, apenas con hilo de voz, carraspeó para aclararse la garganta y agregar:— ¿Dónde me dijiste que estudiabas? «Te la has liado parda, viejo amigo...» Le dijo aquel desecho de su mente que solía observar las obviedades con la hiriente ironía de costumbre. Claro que sabía dónde estudiaba ella ¡En la treinta mil veces maldita IKAD! En la misma academia internacional que él había estudiado unos cuantos años atrás y que, en ese momento, él trabajaba. Por el rabillo del ojo, vio como ella se inclinaba sobre su hombro para observar las hojas de resúmenes con una mueca que le llamó la atención. La vio encogerse de hombros y voltear las páginas, hasta llegar a la última, donde el logo de la academia se encontraba impreso. «La has liado parda, viejo amigo...» Repitió ese adefesio que se resistía a callar. Hans se llevó la mano a la cara, tapándose la mitad del rostro. Ella, si todo salía bien, trabajaría ese año con él. Sería una de sus practicantes en el área de hipoacusia. —¿Sabes quién hizo ese resumen, Break?— preguntó, por preguntar algo. Ella lo miró arqueando una ceja, pensativa o desconcertada por esa pregunta. Claro que no lo sabía, porque él mismo se había tomado el trabajo de que su nombre jamás apareciera en esos papeles. —¿Te he dicho yo en dónde trabajo, Break?— insistió pasando la mano por su frente. La cabeza le comenzaba a doler y las manos comenzaban a temblarle. Esto estaba muy mal. Jamás se debía mezclar las relaciones amorosas con el trabajo. Jamás. Eso había sido una lección que él había aprendido muy a las malas. Pero, ella pareció no darse cuenta de nada. O si lo hacía, bien podría decirse que no le importaba en absoluto aprender eso. Eso lo frustró tanto que no pudo evitar golpear la mesa con el puño. —¿Eres idiota o solo lo aparentas, Break?— insultó sin darse cuenta que lo hacía atacandola a ella cuando el objetivo era otro. Pero Break parecía completamente ajena a esa cuestión. La vio sentarse a su lado y rascarse el escote sin dejar de observarlo con una mueca de desconcierto. De tantas maneras de responder a sus ataques, ella, eligió el silencio. Eso le dió a él la posibilidad de calmarse. Obligando a su mente a recordar que ella no tenía la culpa de nada. Culpa que tampoco era suya. Suspiró resignado. Las cosas se estaban escapando de sus manos como agua entre los dedos. Podía sentir tangible como la Realidad se le burlaba a la cara. —Ah... No tiene caso... Olvida lo dije.— concluyó, queriendo ignorar todo ese malestar que no dejaba de crecer en su interior — ¿Me darías un rotulador? Sé como puedo ayudarte. Sabía que lo que estaba por hacer no era lo correcto. Él no debería estar ayudando a nadie, él solo tenía que dar los temas y supervisar los resultados. Hacer las entrevistas y... Nada más... Pero, por algún motivo que en ese momento no quería pararse a mirar, él necesitaba ayudarla de alguna manera. Vio como ella le alcanzaba un resaltador morado y volvía a su sitio, a la vez que encendía un cigarro. —¿Qué vas a hacer?— la escuchó preguntar entre bocanada de humo de tabaco. Hans la miró de soslayo, para luego volver la vista a las hojas de papel y destapar con los dientes el resaltador que ella le había dado. No, no tenía ganas de decirle explícitamente nada. Solo lo haría y ya. —¿Yo? nada...— respondió resaltando los párrafos importantes para el examen que ella tendría dentro de una semana —¿Tú? Trampa... Break pareció entender un poco más de lo que ocurría. Sin embargo, se sentía muy curiosa por entender específicamente a lo que él se refería. Estiró la mano en su dirección, corriendo un fino mechón de cabello de oro y acomodandoselo detrás de la oreja. Él, ni siquiera la miró. —¿Trabajas para la IKAD?— le preguntó en un susurro, él asintió con la cabeza —¿Por qué me quieres ayudar? Era una simple pregunta que solo buscaba conversación. No tenía un motivo real y menos estaba segura de interesarle la respuesta. Simplemente, era curiosidad por saber qué se proponía hacer él. «Quizás, se hace el bueno para asegurarse que yo me quede con él... Total, no sería el primero que se aprovecha de su posición para tener un garche fijo ¿O no?» Observó cínica y desdeñosa mientras lo veía voltear las páginas y marcar los párrafos casi sin pararse a mirar. La idea de que ese fuera el motivo, la disgustaba un poco. Debía reconocerlo, para ella, no había nada peor que ese tipo de ayuda. Era como si le estuvieran diciendo a la cara que, si no dependía de alguien, jamás llegaría a ningún lado en la vida. Sabía que, el motivo no era su discapacidad. Pero, así lo sentía. Porque siempre había sido así. Ella, la sorda. Ella la inútil. Ella... «La incapacitada para vivir sola...» Se dijo con desprecio, sintiendo como la ira se le encajaba en la garganta y sus manos se movía por voluntad propia. De un tirón, le quitó a Hans los resúmenes y los rompió en frente de su cara. Hans observó en silencio, sin atreverse a preguntar qué diablos le estaba pasando a esa chica en ese momento y porqué diablos actuaba de esa forma. La vio romper los resúmenes más de una vez, hasta que estos solo eran pequeños pedazos de papel que no se podían leer. —¿Por qué me querés ayudar?— escuchó como ella le tiraba esa pregunta a la cara, como un reproche. ¿Por qué? No lo sabía muy bien. Bajó la vista al montón de papeles que estaban tirados en el suelo. Recordó que él también había sido un adolescente que había estudiado, que había trabajado, cuidado a sus hermanos, ayudado a sus padres y que le habría gustado que alguien en su vida se hubiera apiadado de él y le hubiera dado la mitad de la ayuda que él estaba intentando brindarle a ella. «Pero también fuiste un mocoso orgulloso que se ofendía cuando alguien lo ayudaba...» Le recordó con amargura aquella voz apaciguando sus demás emociones. Hans se sorprendió que esa voz, por primera vez desde que lo molestaba, le dijera algo realmente coherente. Sí, era cierto, él no tenía porqué sentirse ofendido por el accionar de ella. Al fin y al cabo, él también había actuado de la misma manera en muchas ocasiones similares. Incluso, se atrevía a reconocer que, de una forma u otra, lo seguía haciendo. Se encogió de hombros y sonrió con cierta melancolía. Ella solo actuaba de esa forma porque ya estaba demasiado acostumbrada a que un acto tan simple como suponía ser recibir ayuda, se convirtiera en una atadura de egos. —¿Por qué no podría hacerlo?— le preguntó volviendo a mirarla a la cara.— Si te veo estresada por esto y puedo ayudarte¿Por qué estaría mal decirte los puntos que tienes que tener en cuenta para ese examen? Al fin y al cabo... Si no das la talla, por mucho que te dé las respuestas, no pasarás. Ante la mirada de ella, una mueca de confusión, Hans le sonrió como pidiendo disculpas. Claro que él había actuado mal al ayudarla sin antes preguntarle si quería su ayuda. No había excusas, por más bien intencionado que fuera, había actuado mal. —Disculpa si crees que tengo otras intenciones...— exclamó con calma mientras se encogía de hombros y buscaba el paquete de cigarros que tenía en sus bolsillos —... Lo cierto es que, no. No tengo ninguna intención oculta, solo ayudarte... La había dejado sin habla. Se daba cuenta que sus palabras la habían tomado desprevenida. Quizás, esa era la oportunidad perfecta que tanto estaba buscando para dar un punto final a algo que, de ante mano sabía que, no tenía sentido seguir. Miró el rotulador que todavía tenía en la mano. Lo cerró, pensando en la posibilidad de hacer lo mismo con esa situación. Cerrar la puerta y no mirar hacia atrás. —De hecho...— admitió viendo como el rotulador giraba en su mano, costumbre que tenía de hacia años, cuando le daba vueltas a los pensamientos —... Una vez que te ayude, puedes quedarte tranquila y hacer lo que quieras con eso. De todas formas, yo pensaba dejar las cosas aquí y no insistir en algo que no es ético.
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