Abrió la puerta trasera del auto, me subí tímidamente mirando mis manos, el dio la vuelta y se subí al lado del piloto y se dispuso a conducir, mientras acomodaba mi mochila de color azul turquesa pude notar unas botellas wiski de una marca extraña en el suelo del auto lo que quería decir que la noche anterior estuvo bebiendo, me agache para acomodar las botellas que no me dejaban reposar los pies y me percaté de que había un sostén de encaje como los que mama usaba de color vino tinto, en ese momento sentí miedo realmente podía ser uno de esos hombres pervertidos que esclavizaban mujeres, trate de ignorar mi sub consiente tome el mp4 y coloque una música de Daddy yankee y otros cantantes que estaba de moda en aquel momento se llamaba estar soltera. Era uno de esos días donde el sol y la lluvia se mezclaban había comenzado a llover y presumía que era apenas como las 11 de la mañana, no había desayunado y mi estómago comenzó a rugir instintivamente por las horas sin comer, me recalque de la ventanilla y comencé a admirar el hermoso paisaje torrencial de new york, los edificios grandes y las pancartas de publicidad la hacían ver majestuosa, hacía más de 4 años que no la veía desde cerca desde el día exacto que llegue a donde hoy estaba siendo libre, tal vez para ser de nuevo prisionera no lo sabía pero por lo menos disfrutaría el paisaje. Sin darme cuenta mis ojos se dirigieron al espejo de retrovisor del auto y mis ojos se conectaron nuevamente con los de él, tenía rato sintiendo aquella sensación de que te miran, pero no le había querido prestar atención, su mirada era oscura y muy profunda, a mi todo me intimidaba pero él era el caso extremo de los extremo, estúpida condición pensé. Quite mis audífonos y guarde el mp4, para que escuchar música si no le vas a prestar atención, o tal vez era una pequeña excusa para bajar de nuevo la mirada.
— ¿Qué escuchabas?—pregunto tallando su mirada fija en mí. —
—Música. —respondí rodando los ojos era algo obvio ¿No?—Creo que mil malgenio y mi forma grosera de ser también venia en el paquete incluido.
—Muy chistosita, vamos a ver si cuando lleguemos a nuestro destino serás así de valiente como lo eres ahorita—Mientras soltaba su veneno sonreía maliciosamente, dejando al descubierto su amplia sonrisa y blancos dientes.— Trague doble y me quede callada, no eran tan estúpida como para seguir hablando realmente me sentía aterrada.
Llegamos a un edificio de 6 pisos, lo sé porque cuando entrabamos a la cochera me dio el tiempo exacto para contarlos, en la cochera había 8 autos, entre camionetas, autos deportivos, ah y sin contar la motocicleta de color n***o con rojo que estaba bien parqueada y súper impecable, como si fuera un torneo.
Tomamos el ascensor, el silencio era demandante, bueno realmente yo no era muy conversadora que dijéramos, pero era solo se dedicaba mirarme, tal vez ya s había percatado de mi estúpida manera de ser, pensé.
Mientras caminaba las piernas me temblaba como gelatina, de solo pensar en lo que me depararía el destino desde ahora. Se abrió la puerta del ascensor y llegamos al piso 5, mientras el caminaba yo caminaba detrás de él, el pasillo era largo con alfombras negras que conducían a una única puerta, y como si pudiera leer mis pensamientos.
—Si amo el color n***o si eso es lo que piensas. — Asentí con la cabeza, con la mirada baja al piso. —y pues si era exactamente lo que estaba pensando.
Cuando entramos al interior de la puerta color marrón caoba, no pude evitar sentir asombro, y no es que nunca hubiera visto tantos lujos, o fuera algo que me impresionara, era solo que se veía el buen gusto y la elegancia se hacía sentir. Estaba tan sumergida en mis vagos pensamientos como siempre que no me percate de la presencia de una señora que nos esperaba en la enorme sala.
—Buenas tardes joven que gusto que haya llegado temprano hoy, ya el almuerzo está listo les voy a servir, — hablaba la mujer de unos 50 años aproximadamente, que presumí es empleada del señor.
—Aun no Susana lleva a la señorita a su habitación para que se instale, y luego la traes aquí para que almorcemos juntos y así hablar con ella y decirle que es lo que hare con ella, por cierto ella es Elizabeth la chica de la que te hable que traería hoy, Elizabeth ella es Susana mi amas de llaves. — Nos dimos las manos, en señal de presentación y ella me condujo a mi habitación.
—Espero que nos llevemos muy bien mi niña, eres muy linda, sé que no es fácil la mujeres que han vivido lo que tú, yo aparte de ser la señora de servicio del joven, me considero su madre, así que lo que necesites puedes confiarlo en mi— La mire por unos segundos y si se veía de esas personas confiables y buena gente, sus ojos se me asemejaban a los de Melissa igual de verde intenso.
—Gracias. —respondí tratando de esbozar una leve sonrisa.
Me ayudo a desempacar la poca ropa que llevaba en mi mochila, cuidadosamente tome el block de dibujo, pero como no soy torpe se me resbalo de las manos quedando en un dibujo de Melissa tomando una copa de vino, aún recuerdo el día que la dibuje estaba abría y hablaba como lora parlanchina, ese día sus ojos brillaban más que nunca según ella había conocido al amor de su vida en unos de sus clientes, pero después de frecuentarla por un tiempo dejo de verla dejando el pobre corazón de mi amiga totalmente roto.
— ¿Y, este dibujo?, ¿quién es ella?—pregunto con asombro tomándolo en sus manos
—Yo lo he dibujado, ella es mi mejor amiga. — Respondí sin comprender por qué se asomaban unas cuantas lágrimas en sus ojos.
—Dibujas muy lindo. —Seco sus lágrimas tratando de disimular.
— ¿Le ocurre algo?— pregunte preocupada por su notoria tristeza de un momento a otro.
—Nada mi niña, discúlpame, a veces la vejez nos pega a nosotros los que vamos a viejo— coloco el block en la mesa de noche que se encontraba al lado de la cama.
— Anda a bañarte y cambiarte de ropa para que bajes a almorzar— Me tendió un juego de paños, bien doblado y totalmente limpios— Esa puerta blanca es el baño te esperamos abajo, no tardes que el joven odia la impuntualidad— Me dijo señalando la puerta con sus dedos.
—Igual que a mí. —pensé, recalcando que también odio ser impuntual.
Salió de la habitación dejándome sola, detalle cada rincón y se me asemejaba a mi habitación en la casa de mis padres, solo que esta era menos juvenil y un poco más grade, había una ventana donde se podía ver toda la ciudad, me asome y me fije que había un balcón en mi misma habitación, volví a entrar y en la parte izquierda había unas puertas corrediza de vidrio polarizado, donde se veía el balcón, no me quedaba mucho tiempo para arreglarme así que pensé que luego exploraría mejor, me desvestí colando en un cesto pequeño color blanco diamante la ropa que me quitaba, tome el juego de toallas y entre al baño, me sorprendí al notar lo grade que era, había una tina enorme de color n***o brillante, al lado derecho había una especie de closet, abrí y me percate de todos los productos de higiene personal, me llamo la atención una especies para duchas de olor a frambuesa que usaba cuando vivía con mis padres, la tome y las coloque en el agua, que inmediatamente comenzaron a hacerse espuma, me sumergí lavando mi largo cabello, percatándome que traspasaba mi trasero y que ya debía córtalo, Salí de la tina para comenzar a secarme, envolviendo una toalla en mi desnudo cuerpo y otra en mis voluntosas greñas, me coloque mis pantis de osito cariñosito que hacia juego con mi brasier, amaba aquellas caricaturas, me coloque un vestido color lila con blanco que me llegaba un poco más arriba de las rodillas, y unas sandalias baje, peine mis cabellos en dos trenzas y me dispuse a bajar las escaleras para dirigirme a la sala. Camine buscando el comedor, hasta que unas voces me llevaron a donde era.
—Tu madre te ha llamado toda la mañana, está furiosa porque hoy no fuiste a la empresa, ¿estás seguro que va a funcionar lo que quieres hacer?, se ve que es una niña inexperta, no quiero que la dañes Tiago— le hablaba Susana mientras acomodaba el almuerzo en la mesa, en un tono algo regañón.
—Tiago, como le decía Susana iba a contestar pero en ese momento se percató de que yo iba entrando y se quedó callado poniéndose de pies para abrir la silla de su lado izquierdo indicándome que me sentara.
—Luego hablamos de eso Susana, a la joven tráele ensalada y frutas por favor está muy delgada— No pude evitar sentirme molesta, acaso era su problema si estaba o no delgada, estúpido,— pensé pero ni muerta lo diría.
Llego la ensalada y me dispuse a comer en silencio, me moría de hambre y además estaba todo delicioso, aunque hubiera preferido comer los reboces de calamar que comía mi acompañante pero ni modo.
— ¿Disculpa que sea tan directa pero realmente quiero saber para que me compraste cual será mi propósito?—Pregunto deseado que jamás respondiera, realmente temía su respuesta, pero que más ya había preguntado ahora aprieta esas nalgas Eli, me dije a mi misma.
—Cásate conmigo. —respondió así nada más.