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SEMANAS DESPUÉS
Escuché la puerta de mi habitación abrirse, yo me tape la cara con la almohada por qué ya sabía lo que venía.
— señorita Kendall ya es hora de levantarse — Me llamo la empleada.
Yo me quite la almohada de la cara, la luz del sol me cegó momentaneamente, después me senté en la cama y mire a la empleada que ya estaba sacando la ropa que me iba a poner el día de hoy.
— Su madre le manda a decir que un hombre de negocios vendrá, y quiere que usted sea la anfitriona, también me dijo que se comporte— Me dijo.
Mis padres no me perdonaban que yo a los quince me haya fugado de casa, ellos no aceptaban mi forma de ser, para ellos yo era una vergüenza, pero su opinión me importaba muy poco.
Me levanté de la cama y respire profundo, odiaba esta vida, pero necesitaba aguantar un par de años más hasta terminar mi carrera, ya que papá me advirtió que si cometía otro error como ese, se iba a olvidar de mi, y la verdad en estos momentos lo que mas queria era terminar la universidad y encontrar un buen trabajo para liberarme de mi familia y de sus reglas y costumbres tan arcaicas.
— ¿Sabes quién es? — Le pregunté.
— No señorita, su madre solo me dió ese mensaje — La chica me entrego la ropa y después se despidió de mi.
Yo tire la ropa de mala gana en la cama y fui directo al baño, odia cuando mi madre organizaba este tipo de eventos, siempre me quería emparejar con el mas viejo y feo de los futuros inversionistas de papá, era como si quisiera deshacerse de mi, tal vez ese era su plan, que bueno que no soy una tonta, porque en estos momentos ya estaría casada y con un par de hijos.
Me metí a la tina y me relaje un poco, necesitaba llenarme de paciencia para lo que iba a suceder más tarde, tenía que prepararme para poder sonreirle a todos lo que llegaran.
*
Esa noche mi madre me dió las mil y una sugerencias, según ella el tipo era crucial para unos negocios de papá, y que a él se le unirían un par de inversionistas más, y lo más cagado de todo es que también vendría ese asqueroso y amorfo ser llamado Félix.
— Sonríe Kendall, a los hombres les gusta una mujer con carisma — Me dijo mamá.
Yo force la sonrisa y mire a mi madre.
— Perfecta como siempre — Me adulo y se fue.
— maldita sea mi suerte — Dije en voz baja.
Me quedé como una imbécil en la puerta esperando a los invitados, ya me dolían los pies y solo quería sentarme y comer algo.
— Que hermosa te vez hoy, como cada vez que te veo — Me dijo el asqueroso de Félix.
— Gracias — Le dije con una sonrisa.
— ¿Cuando me aceptarás una invitación a cenar? — Me preguntó.
Estuve a punto de decirle que se muriera y que tal vez de esa forma aceptaria ir a visitarlo en su tumba, pero no me convenía para nada ser grosera con él.
— Estoy en exámenes finales y no puedo distraerme, pero cuando tenga un descanso te llamaré — Le mentí.
— La vamos a pasar muy bien — Me dijo mientras me comía con la mirada.
— Eso me encantaría — Le contesté.
Y también me encantaría meter mi puño dentro se su asquerosa boca, y arrancarle la lengua.
— Me retiro, más tarde tomemos algo — Me pidió.
Yo le puse mi más radiante sonrisa.
— No puedo tomar, recuerda que mañana tengo que ir a la universidad — Le dije.
— Las mujeres deberían ser como tú, sumisas y perfectas — Me dijo.
Estaba a nada de decirle lo desagradable que era cuando una risa me distrajo, yo voltee a ver al imbécil que se estaba riendo y quedé en shock.
— Que pequeño es el mundo — Dijo el idiota del hermano de Barbie.
— ¿Se conocen? — Preguntó Félix.
— No, tal vez me ha confundido — Le dije.
Caesar levantó una ceja, se veía muy confundido.
— Mucho gusto, kendall Hanson, usted debe ser el nuevo socio de papá, ya que nunca lo había visto — Le dije.
Mi madre apareció de la nada y saludo a Caesar como si lo conociera de toda la vida.
— Señor Montanari que bueno que llegó, estaba ansiosa por presentarlo con mi hija — Dijo mi madre.
— Ella es kendall, mi hija, es una prodigio del piano, debería venir un día de estos a escucharla tocar — Le dijo mi madre.
Carajo con mi madre, ¿acaso pensaba que yo era una solterona?
— Eso me encantaría verlo y escucharlo — Dijo Caesar con una enorme sonrisa.
— Debería venir señor Montanari, estaré feliz de tocar para usted — Le dije.
Caesar me miró y sonrió mas ampliamente.
— ¿Cariño no le ofreceras nada de tomar? — Me preguntó mamá.
— Lo siento, ¿gusta algo de tomar? el vino tinto está delicioso, es de una muy buena cosecha — Le dije.
Caesar no dejaba de sonreír, si el seguía así, yo no iba a poder sostener la fachada de hija perfecta y lo iba a golpear.
— Me encantaría probar ese vino — Me dijo.
Mi madre prácticamente me tiró a él, despues me sonrió y se fue.
Félix aún estaba allí, y me quedo mirando muy mal.
— Por favor acompañeme señor Montanari — Le pedí.
Caesar asintió con la cabeza y camino a mi lado, él no dejaba de mirarme, me molestaba demasiado su mirada en mi.
— Creo que conocí a tu gemela malvada — Me dijo.
— Si sigues con tus estupideces te juro que voy a meterte la botella de vino por el culo — Lo amenacé.
— Dudo mucho que lo hagas, al menos no aquí — me dijo.
— ponme a prueba — Le rete.
— Cuando tu papá me contó de la maravillosa y perfecta hija que tenía, jamas me imaginé que eras tu, plebeya de día y princesa de noche — Me dijo burlándose.
— ¿Barbie sabe sobre tu otra vida? — Me preguntó.
Yo no le contesté nada y le serví la copa de vino. Barbie y Clau eran las únicas que sabían sobre mi familia aristócrata, de hecho al principio me hacían burla sobre eso, pero después de un tiempo se dieron cuenta del infierno que es ser la hija del hermano de un duque, mi padre no se cansaba de mencionarlo, ya me tenía harta, siempre recordándome que no podía poner en vergüenza a la familia, ¡que le den a todos!
— Eso es un no, ¿pero por qué ocultas que eres una princesa? — Me preguntó.
— No soy una princesa, mi padre es hermano de un duque — Le dije con rabia.
—¿ Entonces tengo que tratarte de mi lady? o como debo hacerlo para no faltarte el respeto — Me preguntó.
Este tipo me estaba colmando la paciencia, y no podía perder los estribos aquí.
Ahora solo me tocaba respirar profundo y esperar la oportunidad perfecta para vengarme.
Mire a mi alrededor para ver si alguien nos estaba viendo, necesitaba hacerle algo, me conformaba con darle un pequeño golpe, pero para mí mala suerte todos los ojos estaban puesto en nosotros, definitivamente hoy no iba a poder golpearlo.
Yo le sonreí a Caesar.
— Te golpeare cuando tenga la oportunidad — Lo amenace aún sonriendo.
Caesar levantó ambas cejas y sonrió.
— Como diga mi Lady, yo estoy a sus órdenes — Me dijo como burla.
Pobre Barbie, si este tipo era así de idiota en todos lados, su infancia no pudo ser mejor que la mía.
— Debería darte vergüenza molestar a una chica que puede ser tu hija, definitivamente la edad no es sinónimo de madurez — Le dije.
Caesar dejo de sonreír de inmediato, al menos le había quitado esa sonrisa estúpida de los labios.
— Eres un dolor en el culo — Me dijo y se dió la vuelta para irse.
— Y usted un encanto — Dije en voz alta.
Caesar se detuvo por un momento pero después siguió su camino.
Yo mire a mi madre y le sonreí, odiaba aparentar lo que no era, pero tenía que aguantar hasta terminar la universidad, ojala y estos años pasen rápido, ya estoy cansada de aguantar a ancianos imbéciles como Caesar.
Mi madre se acerco rapidamente a mi con una enorme sonrisa, yo no entendía cuál era su afán de buscarme pareja, se que había cometido un error en mi pasado, pero no era para tanto, creo que todos hicimos locuras de pequeños.
— ¿Que te dijo? — Me preguntó.
— Que le encanta la velada, y le gustaría muchísimo seguir compartiendo con nuestra familia, deberíamos invitarlo a la ceremonia de la abuela — Le sugerí.
Mi madre asintió alegremente, iba a matar del aburrimiento a ese anciano, ojalá ye diga que si acepta.
— ¿Quieres que yo le haga la invitación? — Le pregunté a mi madre.
— Si cariño, ve y pregúntale como cosa tuya — Me dijo mamá.
Yo asentí y fui tras Caesar, que estaba hablando con mi papá y con un par de hombres más.
— ¿Hola, cómo están? — Saludé.
Los dos hombres que estaban allí me devolvieron el saludo, Caesar me miró y me dió una pequeña sonrisa.
— Señor Montanari, me gustaría hacerle un invitación para este fin de semana — Le dije.
Mi padre me quedo mirando, yo le di una sonrisa inocente y seguí con la invitación.
— Se celebrará una pequeña ceremonia en memoria de mi abuela, y me encantaría que usted asistiera — Le dije.
Caesar sonrió y acepto de inmediato, este tipo idiota ni siquiera sabe de qué va el asunto, al menos voy a divertirme ese día.
— Nos vemos ese día entonces, los dejo para que sigan charlando — Les dije y me retire.
Me fui al jardín, necesitaba estar sola por al menos un minuto.
Me molestaba muchísimo fingir de esta manera, me sentía como una muñequita que utilizan como decoracion.
— ¿Te estás escondiendo? — Me preguntó Félix sacándome de mis pensamientos.
Yo force una sonrisa, este tipo tras que era desagradable a la vista, era tan intenso.
Félix tenía unos cuarenta años, una tripa enorme, tenía parte de la cabeza sin cabello, su piel se veía seca y su boca era un asco, labios delgados y agrietados, solo pensar en acercarme de más a él me hacía sentir mareada.
Otra cosa que me molestaba de él es que ya él se había casado y tenia un par de hijos, pero a fuerzas quería estar conmigo, aún no sé si es porque quiere conmigo o solo quiere ser parte de mi familia, en cualquier caso, ambas cosas era. desagradables.
— Solo estaba tomando un poco de aire, pero ya iba a entrar — Le dije y emprendi mi camino de vuelta al salón de mi casa.
Félix me detuvo agarrándome del brazo y acercándome a él con agresividad.
— ¿Te gusta ese tipo? — Me preguntó.
Yo jale mi brazo y lo encare, puede que tenga que fingir, pero no me voy a dejar mangonear de un imbécil como este.
— ¡Respóndeme! — Me preguntó agarrando mi brazo otra vez.
— Suéltala — Dijo Caesar apareciendo de la nada.
Félix no me soltó y solo lo miro.
— solo estoy hablando con ella — Dijo Félix.
Caesar apartó su mano de mi, agarró la corbata de Félix y lo acercó a él, se veía muy chistoso felix frente al rinoceronte de Caesar.
— Si vuelves a acercarte a ella te voy a partir el brazo — Lo amenazó.
Caesar lo soltó y Félix salió casi corriendo del lugar, yo me rei un poco.
— De nada — Me dijo Caesar.
— Yo no te pedí ayuda, ¡que te pasa! — Le recriminé.
— Me debes una princesita — Me dijo.
— Yo no te debo nada, ya iba a golpearlo cuando llegaste — Le dije.
Caesar se cruzó de brazos y sonrió, yo aparte la vista de él.
Caesar tenia hoyuelos, unos bastante profundos, se veía tan travieso cuendo sonreía.
— Eso no fue lo que ví, estoy seguro que si no vengo ese tipo iba a perjudicarte — Me dijo y se rió.
— Eres un rinoceronte asqueroso — Le dije.
— Nunca me habían llamado de esa manera, pero creo que me gusta — Me dijo con una sonrisa.
— Anciano — Le dije.
Caesar dejo de sonreír de inmediato.
Él camino a mi como un león preparado a atacar, yo di varios pasos atrás, hasta que mi espalda chico con la pared, él llevo su enorme mano a mi cuello y apretó suavemente.
— ¿Me tienes miedo princesita? — Me preguntó.
¿Y como no tenerle algo de miedo? él era enorme, su mano era del tamaño de mi cabeza, estaba segura que mínimo pesaba unos cien kilos de puro músculo, un golpe de él me reiniciaría toda la vida.
— ¿Eso es lo que quieres, que te tenga miedo? — Le pregunté.
Puse ambas manos en su pecho duro y lo empuje.
— Tu te ves tan amenazante como un gatito — Le dije con una sonrisa.
Me aparte de él y emprendi mi camino al salón.
— Me debes una princesita — Me volvió a decir.
yo lo mire sobre mi hombro y sonreí.
Este tipo ya me estaba colmando la paciencia, solo pido no perder la compostura delante de mis padres.