La mañana fue algo extraña y agitada. Creo que a Alexander se le estaba olvidando que no podemos tener acción por estos días, pues antes de que sonara la alarma, sus manos, al igual que sus labios, se volvieron algo exploradores y debí frenarlo cuando mi conciencia despertó. —Sabes que no podemos —dije, levantando la cabeza para besar sus labios. Su cuerpo estaba totalmente sobre el mío, pero soportando el peso sobre sus codos. Me miró como si me estuviera interrogando y luego hizo un gesto de recordarlo. Dejó su cabeza en mi pecho e inicié a consentir su cabello. Me gusta enredar mis dedos en su cabello, es casi un fetiche hacer eso y siempre termino besándolo. —No puede ser, ahora debo solucionar esto —dijo acostándose a mi lado y mirando su entrepierna. —Pero, ¿cómo te pusiste así t