—Apoyo la idea de comer algo, pero no de salir. Ya es muy tarde y no quiero. Miro hacia la ventana y descubro que, evidentemente, no ingresa luz a través del poco espacio que dejó el blackout y que la única luz que hay en la habitación la genera el televisor. —¿Cuántas horas dormí? —pregunto, perpleja. —Son ocho capítulos de la temporada y ya casi termino el último, así que calcula. Recuerdo que cuando desperté la última vez, ya era tarde, más de las dos. —Quiero comer, terminar este capítulo y ahora sí hacer lo que mi esposa no me ha dejado hacer —me asustan y emocionan un poco sus palabras, pero el muy zorro suelta la carcajada quizás ante la cara que estoy poniendo—: dormir, Isabella, dormir. Río como una tonta y me levanto camino al baño. —Pide comida y ahora yo cuido tu sueño —