Narra Chloe Wheeler/Sasha Smirnova
Aquella mirada fue... malditamente electrizante, he de admitirlo.
No existía otra palabra para describir ese primer choque de miradas. Esos ojos color miel, a pesar de que me recordaban al imbécil de Nate de manera inevitable, tenían algo... distinto.
Me hicieron sentir una vibra, una chispa en mi pecho que no había sentido en mucho tiempo, una que no me llego a explicar del todo. Por supuesto que no era atracción, no... Estoy segura que se trataba de algo más oscuro, siniestro que los Donovan tenían para sacarme de quicio.
O a lo mejor mi poder de cazadora ya comenzaba a despertar en mí, que hasta adrenalina venía incluída al saber que mi presa estaba tan cerca, tan al alcance de la mano.
Le di un sorbo más a mi vaso de wiski y una vez más nos miramos, él apartó la mirada pero la mía se prolongó un poco más para analizarlo y noté algo que me dejó pensativa...
El Maxwel radiante y pulro que había observado desde las reuniones familiares a las que fui con Nate, incluso el que observé por última vez desde la distancia meses atrás, cuando aun era Chloe, la prometida de Nate... simplemente no estaba del todo allí frente a mí.
En su lugar, encontré a un hombre distinto, oscurecido por un aura de pesadumbre. Tenía su castaño cabello desordenado y la ropa visiblemente arrugada.
Pero... ¿qué demonios le había pasado? ¿Acaso su divorcio lo había devastado tanto? No estaba segura, solo podía especular, pero en definitiva había algo en su expresión que me hacía pensar que, tal vez... solo tal vez, la vida le habría dado un fuerte golpe.
«Ja... ojalá haya aprendido la lección, o al menos algo —pensé triunfante al verlo devastado mientras sorbía de mi vaso—. Bueno estuvo lo que le haya pasado».
En la tercera mirada que choqué con él, intenté por todos los medios posibles prolongar ese momento para ya pasar el siguiente nivel, tenía ansias de acercarme a entablar conversación, pero de repente...
¡Zaz! Justo cuando Maxwell parecía levantarse para dar un paso en mi dirección, llegó uno de sus colegas, quizá un amigo, pero para mí era el estúpido que rompió el mágico hechizo que nos comenzaba a unir. Maldije para mis adentros, con el ceño fruncido y mis entrañas furiosas de la rabia.
No pude hacer más que apretar mi vaso de wiski con fuerza.
—Ese mal nacido —murmuré con los labios pegados al vaso con licor, mientras miraba como el idiota se robaba toda la atención de Maxwell, esa que yo había trabajado durante minutos.
Yo necesitaba que él me viera una vez más, no pensaba darme por vencida, no después de todo lo que había soportado y esperado ese momento.
Pero la cosa se complicaba con ese imbécil regordete a su lado, prácticamente me hizo casi invisible en un segundo. Sentía como la ira me subía por la garganta, pero me forcé para mantener la compostura.
Aguardaría si fuera necesario hasta el final de la velada. Maxwell no tenía idea de qué clase de mujer yo era y de mi persistencia.
Mientras seguía observando de reojo como tres hombres más se reunían con Maxwell, se me ocurrió llamar la atención de todo el grupo con mis movimientos femeninos, como arreglar mi cabello, pedir otro vaso más para que escucharan mi sensual voz e incluso me retoqué un poco el maquillaje... no podía perder el foco, mi objetivo seguía claro.
Pero en lugar de atraer de inmediato a Maxwell, un hombre desconocido se había acercado a mí y se me ocurrió fingir una interesante conversación, pero el tipo comenzó a hablar sobre sus "grandes" negocios. Cada palabra que salía de su boca era una molestia; sus logros empresariales —si es que se podían llamar así—, eran tan banales, insípidos y poco creíbles como su presencia.
—Sí, claro... —respondía con una sonrisa amable pero tensa y realmente fingida.
Hacía el mínimo esfuerzo para mantener una conversación visiblemente interesante, mientras que mis ojos seguían fijos en él.
Sabía a esas alturas que yo no le había sido indiferente a Maxwell, lo sentía y notaba en cada mirada fugaz que comenzó a lanzarme desde su asiento. Yo sonreía triunfante y me sentía complacida porque vi como intentaba ser discreto, pero no lo suficiente como para que yo no lo captara.
Mis labios dibujaban una sonrisa dulce cada que nuestras miradas se cruzaban de repente, mientras seguía pretendiendo escuchar al hombre que parloteaba sobre sus supuestas empresas...
¡Aburrido! Era tan patético, pero me estaba sirviendo, era una distracción nada más alrededor de mi verdadero juego, que estaba a unos metros de mí.
—Debe ser muy interesante —respondía con sarcasmo oculto, sin prestar realmente atención y sabiendo que mi sonrisa no iba dirigida a ese pobre diablo... era para Maxwell, era él a quien deseaba dar toda mi atención.
Pronto noté algo curioso... lo interesante fue que no era solo él quien me observaba con "disimulo". Noté cómo sus amigos también me miraban de reojo.
Podía notar sus gestos, la socarronería con la que me miraban y el brillo de perversión que emanaban en sus ojos. Se codeaban entre ellos, estaba claro que comentaban cosas sobre mí, quizá sobre mi cuerpo, sobre mi mirada magnética, pero sentía que también mantenían esa distancia respetuosa, como si supieran que yo era el interés evidente de Maxwell, el centro de esa reunión de hombres.
Me estaba empezando a gustar ese poder, ese control que me hacía dueña del momento. Estaba claro que ellos querían conocerme y sabían que el terreno era de Maxwell y mío.
En el momento en que escuché los susurros sutiles de los amigos de mi presa, observé que iban a alejarse un poco para pedir comida y en sus miradas leí que contaban con que yo me deshiciera de ese tipo pegajoso que tenía a mi lado.
¡Ay, el poder de las miradas!
Ese perdedor con el que había estado "conversando" ya me había agotado, me tenía harta. Me parecía otra versión de Nate, o quizá y yo ya veía a Nate en todos los hombres para mi infortunio.
Lo peor de todo era que, yo sabía que, en cuanto lograra acercarme a Maxwell, probablemente me sentiría igual, pero estaba dispuesta a soportarlo, por el bien de mi macabro plan.
Estaba tan concentrada pensando eso, que noté algo más... el rostro del hombre a mi lado cambió... se había desfigurado con recelo o algo que no podía descifrar.
—¿Qué hace ese tipo viendo para acá? —era evidente que el alcohol ya lo había tocado.
«Mierda... No debí haberle dado tantas largas para que se emborrachara», pensé, pero ya era tarde.
Yo estaba segura de que él ya había notado nuestras miradas, las que Maxwell y yo habíamos intercambiado durante toda la velada.
—¿Se cree tan irresistible? —decía el hombre, arrastrando las palabras—. Yo le voy a enseñar a respetar a las damas, porque se ve que quiere propasarse con usted.
Las ganas de pelear eran evidentes en los ojos del hombre, estaba encabronado, tanto que se levantó tambaleante de su asiento, sin dejar de ver a Maxwell de manera retadora.
—Oye, tranquilo o me voy a retirar —amenacé, pero me alarmé al ver que el tipo no se calmaba—. Y... ¿qué tal si te invito la siguiente ronda? Si te calmas, claro está ¿Qué dices?
Al escuchar esa frase, pareció funcionar, ya que se volvió a verme con los ojos casi bizcos y refunfuñó antes de volverse a sentar; este tipo era muy violento, me daba asco y lo último que necesitaba era un bochorno público.
Pero algo peor ocurrió, vi como Maxwell comenzó a perder interés en mí, quizá pensando que yo tenía alguna relación más íntima con este hombre.
Mi corazón tembló de miedo. Esas miradas intensas que habíamos compartido, la química en el aire entre nosotros se desvanecía... ¡Sentía que mi presa se me escapaba!
Tenía que inventar algo, no iba a permitir que un borracho violento me arruinara el plan de acercarme a Maxwell. Me levanté con determinación y vi que era el centro de las miradas... el destino yo lo escribía y ya estaba escrito que él iba a ser mío a como diera lugar.