Narra Chloe Wheeler
Mientras Olivia hacía su magia legal, yo me encargaba de seguirle la pista a Maxwell Donovan.
En cuanto a lo personal, en efecto, estaba divorciado desde hacía meses de un matrimonio de ocho años, quizá fue después de mi encuentro con él en ese Club prestigioso que su unión llegaría a su fin, no tengo la menor idea y poco me importaba.
También en la investigación descubrí que... ¡Maxwell tenía una hija de siete años! Se llamaba Casandra, al igual que su madre. Solo pude pensar qué humillación habría de pasar la pobre mujer de parte de su maldito esposo, solo podía culparlo a él por su matrimonio fallido.
«La pobre no se imaginaba que los Donovan eran una escoria, al igual que yo... compadezco mucho a la tal Casandra ¿A qué sufrimientos te habrá condenado el idiota de Maxwell? Pronto lo descubriré».
Pero el pasado de esa mujer con Maxwell me valía poco, además yo estaba demasiado segura de que la custodia de los hijos casi siempre se la daban a la madre, así que, a ese detalle no le presté mayor atención, solo pude pensar qué daño reciben las criaturas por la separación de sus padres, siempre los más inocentes eran quienes perdían más y me parecía muy injusto.
Pero para lo que a mí respectaba, el hecho de que fuera divorciado me sacó una sonrisa socarrona.
«Mejor... —me dije a mí misma mientras leía la información recaudada del hombre—. No habrá ninguna mujercita estorbando en el camino, lo tendré solo para mí».
De pronto mi baja autoestima amalgamada con la idea de ser otra persona, me envolvió de tan solo pensar en presentarme en estas fachas ante Maxwell o Max, como era tan conocido...
Me miré este cabello castaño lacio, tan sin vida, mi enarcada nariz que consideraba nunca había hecho juego con mi rostro, mis opacos y oscurecidos ojos por la amargura y mis poco poblados senos, sin mencionar la flacidez que sentía en mis glúteos por no hacer ejercicio desde hacía meses.
El sedentarismo vaya que pasa factura.
Yo sabía que si iba a meterme a jugar con fuego, necesitaba mucho más que solo un cambio de nombre. Así que le pedí a Olivia que me consiguiera el contacto de un muy buen cirujano plástico.
Un cambio completo sería en todos los sentidos...
Rostro nuevo, cuerpo nuevo. Estaba totalmente dispuesta a desterrar cualquier rastro de la insegura y "sin gracia" de Chloe Wheeler, a la que Nate y los demás Donovan creían que iban a pasarle encima ¡Pues no más!
Mientras me sumía en mis macabros pensamientos, Olivia no lo dudó ni un segundo en llamarme.
—Sasha, hola, querida, ¿tienes dónde anotar? Tengo el contacto que tanto me pediste —aseguró Olivia y mi pecho se llenó de una extraña sensación entre emoción y miedo.
No lo dudé un segundo, y desde el cuarto que estaba rentando en Rusia, llamé a la persona que al instante comenzó a asegurarme una transformación drástica y efectiva de mis rasgos faciales completamente y yo también pedí encarecidamente un buen aumento de mis atributos femeninos.
Esos mismos atributos que, entre "bromitas amorosas", Nate tanto me criticaba.
Recordé una temporada en la que subí un poco de peso por el estrés laboral y él me jalaba mis lonjas riéndose para decirme que de cariño me diría "cochinita".
O cuando desesperada porque me dejara de decir ese mote humillante, decidí bajar de peso, pero no me había asesorado bien y bajé de una manera poco favorable...
—Amor, hoy sí se te desinflaron las nalgas... —me decía y se reía de mí.
—Chloe, en serio te estás descuidando y mira que no te conviene ¿No sabes que soy muy codiciado, amor? —se mofaba.
Ah, pero al mismo tiempo me decía cosas como...
—¿Chloe, ya te viste en un espejo? Esa falda es muy corta, no, así no vas a salir, no lo voy a permitir que mi novia sea vulgar. Solo te estoy cuidando.
O...
—Tápate el escote, te dije que eso te hace ver muy provocativa ¿Quieres llamar la atención de otros hombres? ¿O cuál es tu necedad de mostrar tanto?
La rabia me consumía cada vez que recordaba lo que soporté porque él juraba amarme con locura, cuando con sus acciones demostraba lo contrario.
Con más ímpetu agendé mi cita con el cirujano, no lo dudé un segundo más.
El día en que entré al quirófano —claro, le rogué a Olivia que me acompañara, no tenía a nadie más en la vida a quien pudiera pedirle ese favor—, fue como caminar hacia mi propia muerte... una muerte muy deseada.
El el vestidor donde me tenía que colocar unas gruesas calcetas y una bata blanca con figuras florales azules, había un espejo y ahí sí que me ví por última vez antes de salir a que me sedaran para la operación.
—Hasta nunca...
Ese fue el definitivo adiós a lo que quedaba de mí.
Obviamente había pedido que combinaran mis cirugías, necesitaba ganar el mayor tiempo posible, así que me realicé el aumento de senos y me operé el abdomen en una sola sesión.
Mientras me recuperaba de esas dos dolorosas operaciones, trabajaba en mi fachada: Smirnova Fashion, en el que invertí un pequeño capital.
Esa boutique falsa, que para mi sorpresa empezó a generar dinero. Fue casi como un golpe de suerte, o quizá el destino me decía que ese era el camino. Me sentí contenta después de mucho tiempo.
Mientras tanto, Olivia y yo habíamos pasado todo ese proceso juntas, tanto que comencé a sentir que éramos casi como uña y carne. Pero claro... mi orgullo y yo nunca íbamos a poder aceptar eso.
¡No podía!
Después de todo lo que me hizo Nate y Tanya, mi "mejor amiga", yo simplemente ya no sabía dar mi cariño a nadie, ni siquiera a alguien tan genial como Olivia.
Pero luego de las dos cirugías yo quería más... me faltaba el aumento de glúteos y la más importante: la reconstrucción facial.
¡Eso sí que me haría irreconocible ante los ojos de Maxwell Donovan!
Debo admitir que el dolor era casi insoportable, cada día en recuperación parecía más doloroso que el anterior, tanto así que quise rendirme, pero cada vez que me miraba al espejo, cada vez que miraba mi hinchazón y las cicatrices, me recordaba la aberración de abuso que Nate cometió contra mí.
El recordar eso mantenía vivo mi rencor y odio.
Ocho largos meses de dolor, de recuperación de mis cicatrices entre lágrimas y desespero finalmente habían dado sus frutos.
Mis rasgos faciales ahora eran tan finos, con ojos grandes y nariz respingada, claro, utilicé lentes de contacto para cambiar de marrón a azul profundo y me teñí mi cabello a uno rubio y despampanante. Mis sexys curvas eran lo que una vez solo había soñado, me sentía atractiva, me sentía hermosa y claro... me sentía como otra persona.
La noche en que terminé mi recuperación no era para menos, tenía que celebrarlo como los dioses mandaban...
Invité a Olivia y a su novio para comer quesos importados, jamones y aceitunas, acompañados de un buen vino Merlot de la mejor cosecha. Y mientras tanto Olivia parecía peor que mi mamá.
—¡Chloe, no seas tonta! —sí, a ese nivel de trato en confianza llegamos—, sabes que me haré cargo de tu boutique estos meses y estaré aquí por si algo sale mal, lo cual espero que no sea así ¡yo también quiero que destruyas a esos cerdos!
—Olivia, ten cuidado, ya lo hablamos, nada de sentimentalismos ni cursilerías, sabes que solo somos socias y nada más y... yo te llamo cualquier cosa —le dije sin mirarla a los ojos, sabía lo fría que sonaba mi voz, en contraste a lo que sentía.
—Lo que digas, amargada, mejor brindemos por Sasha Smirnova —respondió Olivia mientras levantaba su copa de vino tinto.
Levanté la mía por inercia.
—Por mi renacimiento y por todo lo maravilloso que está por venir —dije con una risa triunfante.
Luego de eso nos dispusimos a terminar la mejor comida que había probado en meses, sabía que al día siguiente estaría emprendiendo vuelo rumbo a Nueva York, pero ya no más como Chloe Wheeler, ese nombre solo existiría en mi mente.
Las horas pasaron en menos de lo que esperaba y me despedía de Olivia por la mañana, quizá de una manera menos emotiva de lo que realmente significaba despedirme de mi aliada.
—Siempre estaremos en contacto —dije con tono seco y tomé mi maleta para encaminarme al aeropuerto.
—Recuerda seguir tu propio plan justo como lo planeamos, Sasha, no te dejes descubrir porque estaremos fritas las dos —advirtió Olivia y un nudo en el pecho se formó de tan solo pensar en las posibles consecuencias de todo esto.
Yo sabía que no tenía mucho que perder, pero no me dejaría atrapar tan fácilmente.
Llegué a Nueva York a eso del mediodía y me instalé en un nuevo apartamento, listo para llevar a cabo mis planes y el resto de la tarde saqué mi más lujoso vestido azul con un gran escote en el pecho para mostrar todo. Me acicalé con maquillaje y le di forma a mi cabellera rubia.
Solo tenía una dirección en mente: el Club VIP, ese que Maxwell solía frecuentar.
Yo sabía que lo encontraría allí, mi intuición no me fallaba, así mismo fue...
Allí estaba él... Maxwell Donovan.
Lo miré a distancia y me mordí el labio con el deseo ardiente de chocar mi mirada con la de él. Lo miré de pies a cabeza y suspiré... mi presa está lista para ser atacada por mí.
Me senté justo en la barra VIP alejando cualquier sentimiento de timidez, yo ya no lo era. Me crucé de pierna y comencé a jugar con mi cabello para luego pedir un vaso de wiski en las rocas por supuesto.
Moví mi vaso y los hielos hicieron su épico sonido refrescante, hasta que...
¡Por fin me volteó a ver con sus ojos color miel y mi corazón se aceleró!
Maxwell nunca sabrá lo que le espera...