CAPÍTULO IIILEILA y Nana salieron de la casa el día siguiente a las cinco y media de la mañana. Ambas sabían que a aquella hora sir Robert estaría profundamente dormido, después de haber bebido en exceso durante la velada. En el transcurso de la cena, se había comportado de una manera mucho más agradable de como lo hiciera la noche anterior. Leila hubiera preferido quedarse en su habitación sin ver a nadie, pero sabía que aquello hubiera sido un error. Tenía que ser muy hábil si quería poder escapar de la horrible trampa que se estaba cerrando a su alrededor. «Ayúdame, papá », pidió. Sintió que sólo él podía comprender el peligro de la posición en la que se encontraba. En cualquier caso, le había hablado a sir Robert acerca de comprar nuevas ropas, del modo más natural posible. –Me te