Prólogo
ISLAS SEYCHELLES- OCÉANO Índico
Sus pies se arrastraban penosamente por la arena mojada ya que sus piernas se negaban a dar el próximo paso, agotados sus músculos por el esfuerzo representado por la lucha por mantenerse sobre el agua del mar, nadar hacia la orilla que apenas había entrevisto lejanamente, y por fin caminar por la playa interminable simplemente guiado por la evanescente luz del sol que se ocultaba tras una bajas colinas ubicadas a occidente. Sus ojos enrojecidos por la sal marina apenas distinguían formas confusas en la oscuridad creciente y su cerebro apenas conseguía procesar la información que aquellos le enviaban.
No vio en gran caracol marino delante de sus pies y tropezó con el mismo rodando por la arena. Por fin su cerebro se desconectó de sus sentidos y cayó en una bruma profunda. El perder el sentido fue un mecanismo automático de autodefensa del organismo en esa situación de agotamiento total. Había caído en el borde de la orilla mojado por el océano pero a esa hora había comenzado ya la bajamar de modo que su cuerpo quedó a salvo de las aguas y la arena a su alrededor comenzó a secarse. La suerte que le había permitido salvarse del naufragio y le había acompañado hasta allí estaba empecinada en no abandonarlo totalmente.