Miel Enzo me abrazó un rato después. Me acarició el pelo y me abrazó contra su pecho mientras bajaba no sólo físicamente, sino también emocionalmente. No necesitábamos hablar mientras hundía mi cara en su pecho, acurrucándome más en sus brazos. Tarareó en su pecho, con los labios presionados contra la coronilla de mi cabeza. Podía escuchar los latidos de su corazón comenzar a calmarse, su respiración saliendo cada vez más lenta. No era el único que necesitaba la bajada. En mi memoria, esto quedaría consolidado como mi primera experiencia real. Sentirse protegido y respetado, no utilizado ni olvidado. Se sentía extraño dejar que alguien cuidara de mí, sentirme relajada y protegida en los brazos de un hombre. Sería más natural huir y esconderme bajo las sábanas, estar solo para procesar
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