Despertando por un firme golpe débil en su abdomen, Kendall luchó por abrir sus ojos y se encontró con un pequeño pie descansando en su vientre. Frunciendo sus cejas, su dormido cerebro tardo un par de minutos antes de recordar a quién pertenecía dicha extremidad y una pequeña sonrisa estiró de sus labios. Restregando sus ojos con una mano, el omega giró su cabeza y un suave resoplido se le escapó por sus labios al contemplar al pequeño Darío, descansando con su cabeza hacia los pies de la cama con sus otras extremidades abiertas, tal cual lo haría una estrella de mar. Sentándose en la cama, tiró las mantas para poder salir debajo de estas y entonces se levantó. Con cuidado tomó el pequeño cuerpo de Darío y lo movió acomodándolo correctamente. Apoyando esa pequeña cabeza en la almohada