Saliendo del baño con una nube de vapor a su paso, Kendall cojeó notoriamente hasta su cama en ropa interior y sacó debajo de su almohada la gran camiseta vieja que utilizaba como pijama. Tomando asiento con una notoria mueca de dolor en su rostro, se colocó la camiseta que inmediatamente cayó sobre uno de sus hombros y se recostó. O al menos eso intentó, ya que con el punzante dolor en su pierna derecha, apenas aguantó unos segundos antes de que dejara escapar un pesado suspiro. Sentándose nuevamente en su cama, Kendall acomodó las almohadas para que pudiera apoyar su espalda contra ellas y luego abrió el cajón de su pequeña mesita de noche a su costado. Tomando una crema especial para hacer masajes, la destapó y echó sobre su muslo derecho la cantidad necesaria para poder deslizar su