Cuando su molesta alarma sonó por segunda vez, Kendall emitió un sonido irritado de lo más profundo de su garganta y finalmente alzó su cabeza.
Soplando para quitas algunos mechones de su rubio cabello que estorbaban en su rostro, el omega luchó unos minutos intentando abrir correctamente sus ojos.
Cuando finalmente pudo enfocar correctamente, Kendall estiró uno de sus brazos y cogió su teléfono que se encontraba en la pequeña mesita de noche al lado de su cama.
Tan pronto como apagó la alarma, su cuerpo se derrumbó nuevamente en la cama. Enterrando su rostro en la almohada, el omega se quejó ante su dolor de cabeza, y luego, cuando recordó la razón del porqué le dolía, se quejó aún más.
—Ahhg, estoy loco —pronunció, girando sobre su espalda.
Contemplando el techo de su habitación, Ke
