CAPÍTULO ONCE
LA HISTORIA, contada por Amelie, era mala. Muy mala. Habían pasado casi cuarenta años y el asesinato de Benjamin Mumford seguía sin resolverse. El hotel bar cambió de manos muchas veces desde entonces, pero nadie se quedó por mucho tiempo. Los últimos propietarios se fueron bajo una especie de nube. Se hablaba mucho de asuntos ilícitos, pero la verdad seguía sin estar clara y, de todos modos, a nadie le importaba. Eso había sido hace cuatro años. Y ahora los Cartwright eran los nuevos dueños.
Sarah se sintió entumecida. El horror de que su casa fuera el escenario de un asesinato la incomodaba profundamente. Ella se estremeció involuntariamente. Amelie le dio un reconfortante apretón de muñeca. “No se preocupe, no hay historias de fantasmas vinculadas con el espantoso hecho”
