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4250 Words
Hace 3 meses que no despertaba con tanto dolor en un hospital, sólo que aquella vez perdí todos mis recuerdos; ahora, es como si taladraran en mí, para que todos entraran al mismo tiempo, de forma tan brutal y rápida que no diferencio uno de otro, lo cual me está produciendo migraña, como una fuerte resaca. Apreté los parpados, el dolor era un martirio. — ¿Mel? — una voz femenina, llena de angustia, se acercaba a mí. —Oh, estás reaccionando — escuché como se alejaba, con un trote rápido y pidiendo ayuda a las enfermeras. Suspiré, abrí los ojos totalmente, relajé los hombros, y ahí estaba yo: En un hospital, con migraña, sin saber que fue lo que me paso ayer, sumado a muchos recuerdos repentinos. —Hola, Melinda — la voz masculina buscaba mi atención, por lo que giré levemente la cabeza en su dirección, deberían de darme un premio por haberlo hecho sin rechistar. — ¿Sigue viva? Oh, no, ¿qué hace que no se muere? — otra voz femenina, desearía borrarla de mi memoria, pero resulta que no se puede por más que quiera. Mi hermana gritaba desde el pasillo, se escuchaba el escándalo y como las enfermeras trataban de calmarla. —Deberían de llevarla al nivel de psiquiatría — descubrí que esa era mi voz, ronca y pesada. Siempre he tenido la voz bastante grave, lo cual intimidaba a muchas personas. No me aproveché nunca de esto para infundir miedo, o eso es lo que me hago creer. —Aquí no hay psiquiátrico, —dijo el doctor, mientras anotaba algunas cosas. — Pero sí tenemos terapeuta, creo que le hace falta. — Sonreímos, este tipo sí que me entiende. —Bueno, ¿estoy bien? — pregunté luego de que me examinara rigurosamente, con mucha paciencia. —Sí, Melinda — respondió. —Y, bueno, ¿qué me paso? — pregunté impaciente, quería salir del hospital rápido para evitar a mi hermana. —Pues, eso quería preguntarte yo a ti, si no es mucha molestia debido a tu accidente — ¿no podía decirle amnesia y ya? —En realidad, doctor, yo…— me callé de inmediato, ¿qué fue lo que me pasó? La puerta de la habitación se abrió de par en par, entró una muy molesta Wanda, creo que vi un poco de humo sobre su cabeza. — ¡Bastarda! ¿Por qué no te mueres ya? ¿O es que aún no has tenido suficiente? —No, la verdad no — solté con sarcasmo. A pesar de mi estado, aún había en mí el vibrante sentimiento que me causaba mi hermana: Odio. Un odio tan grande, que hasta dolía, no comprendo por qué, se supone que como hermanas debíamos de ser súper unidas y ella debía de estar contándome todas las locuras que llegue a hacer en mi adolescencia. Eso no era así. Wanda Maroney, una chica alta, de tez blanca, cabello rojo y la mitad gris, ojos grises, sonrisa ancha y pequeños hoyuelos, es una psicópata. ¿Por qué? Por la misma razón que cualquier psicópata, o eso investigue, falta de cordura y mucha imaginación. Las primeras dos semanas creían que mi estado de amnesia no era más que una tonta historia para volver a casa, me acusaba de que ganaba bastante dinero y que sólo estaba aquí por sacar hasta lo último de nuestros padres. Me reí en su cara, literal, por eso. Mamá dijo que yo nunca perdería el sarcasmo. Papá aseguro que yo nunca cambiaría, sin importar qué. Wanda está furiosa, casi echando llamas por el lugar. Un día, Wanda hablaba por teléfono, la conversación era bastante interesante, a pesar de las cortas respuestas que daba. Le aseguró a un tal Jay que estaba en casa y no me iría en un tiempo, lo cual era cierto; le prometió amor eterno, lo cual me dio asco; le dijo que estaba muy segura de mis planes (ni yo misma sé cuáles son), que ella haría lo posible en mantener mi memoria en blanco, para que no vuelvan los recuerdos de todas las atrocidades que he hecho. Y eso era lo que me volvía loca, ¿qué hice, qué no, por qué ocultármelo, no es más fácil que me lleven presa? Oigan, tengo 28, no diez, ¡puedo manejar esa situación! —Señorita Maroney, le agradecería que dejara de hacer escándalos por cada vez que venga a este hospital — el doctor se está sumando puntos conmigo, oh sí. — ¿Qué fue lo que sucedió, Melinda? — volvió su mirada a mí. Eso acaba de restarte muchos puntos, cariño. —Como le decía, yo… Pues… Digamos que tome un atajo para llegar a casa, mi cerebro estaba funcionando bien, ya que no me metería a un callejón sin saber a dónde iría a parar. Así que, caminé y me… — ¿Debo mencionar a Dimitri? — Me sentí muy mareada, sí, quizá yo era claustrofóbica y no lo recordaba. — ¿Escucharon eso? ¡Oh, qué patética mentira, Mel! —Mentirosa — rugió Wanda, mirándome despectivamente. —Cierra la boca, esto no es de tu interés — solté, apuntándola con mi dedo índice ya molesta de su presencia. —Entonces, Doctor, salí corriendo del callejón y aún con el dolor punzante en mi cabeza, trate de llegar a casa, pero, como ya usted vio: me desmayé, justo antes de llegar. —Bien, comprendo. Pero, hay algo que me intriga. — ¿Pudiera comentarme eso después que saqué a Wanda de la habitación? — dije y me crucé de brazos. — ¡Enfermera! — gritó no tan fuerte pero si lo suficiente para que la enfermera rubia entrará corriendo a su lado. —Saque a la chica, necesito hacer unas pruebas a la paciente. —Entendido — la rubia jaló a Wanda del brazo, demostrando resistencia al principio pero salió. Esta juventud de ahora es un caso. —Bien, Melinda, mírame. — pidió el Doctor, detallé sus ojos, marrones y llenos de dulzura paternal. Él es esa clase de personas que te inspira confianza tan sólo con mirarte y apoyar su mano en tu hombro, me causo escalofríos por una extraña razón. —Entonces, ¿qué pasa? ¿Algo malo? — me sentí algo nerviosa, así paso la última vez que estuve aquí, la mirada no era más que un apoyo para soltar una horrible noticia. —Melinda, tú… — apretó los labios, dándose tiempo para decir las palabras adecuadas. — Tus resultados, para un persona que tuvo un accidente casi al borde de la muerte, son excelentes, no te dije eso la vez que perdiste la memoria, ya que me alegró que estuvieras bien, pero me inquietó. Es como si nunca hubiera sucedido nada dentro de tu organismo, esperaba algo más, no lo sé. Sólo tu cerebro, como ya ves, tu memoria fue la única afectada. Hasta tus heridas se curaron en menos de unas semanas, ¿entiendes? Es algo… ¡Inhumano! Mi corazón se detuvo por unos segundos y luego, latió tan rápido como si fuera una bomba a punto de estallar. — ¿Qué quiere decir? — mis ojos se inundaron en pesadas lágrimas. —Melinda, esto no es malo, todo lo contrario. Pero, como Doctor, es algo totalmente nuevo e interesante para mí. No te estoy pidiendo muestras de sangre ni experimentar contigo, te estoy diciendo que eres como una nueva especie, ¡lo cual es algo sorprendente! —Doctor, no es buen comediante, ¡deténgase ya! — apuré a recoger mis cosas, mareada por lo rápido que me había levantado y las cosas tan extrañas que me decía este tipo, ¿en serio no tenían nivel de psiquiatría? ¡Les hace falta! —Tú eres…— suspiró y acercó su mano hacía mí. — ¡Ni se le ocurra! — mi madre entró de golpe a la habitación. — ¿Qué diablos ocurre? — grité molesta. Ambos se quedaron anonadados por mi arranqué de ira. —Oye, lo siento, pero es que… Estás bien así, no es necesario que recuerdes. — mi madre trataba de acercarse a mí, negué con la cabeza y salí corriendo de la habitación. Wanda estaba en el pasillo, sentada en una banca. — ¿Ya te dijeron la verdad de lo que eres? — gritó, no quería voltear a verla. Corrí hasta la entrada del hospital, respiré de nuevo, giraba mi cabeza en busca del estacionamiento. Busqué las llaves de mi auto, luego recordé que yo no vine aquí por gusto en mi auto. Caminé hacía la calle, ¡perfecto! ¿Ahora, cómo me voy? — ¿Te llevo, Linda? — Un sujeto en un auto n***o abría la puerta para que entrara. Me senté de mala gana en el asiento de copiloto, apreté mi bolso contra mí. Me miraba divertido, yo seguía molesta. Arrancó el auto, traté de relajar mis hombros pero seguía bastante tensa. —Yo no me monto en autos de extraños— solté después de un largo rato de silencio, ni si quiera sabía a dónde me llevaba. —En realidad, eres de las que monta extraños en tu auto—río divertido, dirigí la mirada hacía la ventana, los edificios de la ciudad son pequeños, no más de 10 a 15 pisos, las demás, eran tiendas sencillas de dos pisos o solamente uno. —Este lugar siempre ha sido tan… — ¿Estúpidamente pequeño para ser una ciudad? — dijo, interrumpiéndome. — Lo sé, lo decías mucho. — ¿Quién eres? — pregunté examinándolo. —Shady, mi linda Mel. — se río ante su propio juego de palabras. —Te pareces a T.Mills, no a Eminem. — dije tranquila y volví la mirada a la ventana. — Shady no te queda. —Me lo dicen mucho, Melinda. Tú fuiste una de las primeras, en realidad. Suspiré, así que este sujeto es Shady. Bien, no está tan mal después de todo. Sentí su mirada sobre mí, pero no quise voltear a verlo. Todo esto se convertía en un golpe bajo y bastante duro, traté de unir puntos. No tengo nada. — ¿A dónde vamos? —A un mundo mágico lleno de princesas. — respondió con una sonrisa en los labios.     -----------------------------------------&- Okey, este lugar da miedo. ¡Un estacionamiento abandonado! Bueno, el “abandonado” no ajusta bien en este contexto; había un auto azul oscuro con música electrónica al máximo volumen, retumbaba por todo el lugar. Caminar era un poco difícil si no estabas acostumbrado, como yo. Había ramas y maleza seca, un tanto chamuscada, parecía que el lugar se había incendiado ya hacía tiempo, quizá por eso no había más que gente vestida de n***o con tatuajes, piercings, y cabellos de colores por aquí. En realidad, todos en esta ciudad tienen el cabello de un color reluciente y extraño, a diferencia de otros países. Nosotros nacíamos ya así, pocos se dejan el color de nacimiento. Como la mayoría de los jóvenes se iban de aquí, cambiaban a un color normal; castaño, n***o, rubio y mechas para disimular. Eso era lo que nos distinguía, así como los ojos; en este caso, el color de ojos es común como en cualquier parte del mundo, son pocos los que nacen con ojos de tonalidades amarillas o rubí. El caso de los ojos, es la mirada: muchos se comunican a través de ella, como un segundo lenguaje, algunos lo aprenden y otros lo saben ya desde el momento que su conciencia existe. Nosotros somos una especie, poco común y muy llamativa. Quizá por eso el Doctor reaccionó así ante mí, puede que él no sea de aquí. Cuentas muchas leyendas de este lugar, la ciudad no habla al respecto, pero los otros tres pueblos aún las mencionan. Una de las leyendas más antiguas y que cuentan los tres pueblos y la ciudad, es la de “Los Demonios Gula”, “Los Demonios Memory” y “Los caníbales”. Historias sobre posesiones de cuerpo, aspirar almas de personas malas, seres capaces de masticar humanos como si fueran galletas, algunos capaces de manipular la memoria, y muchas tonterías más. —Bueno, Mel, ¡aquí estamos, otra vez! — Shady abrió los brazos para que “admirara” el paisaje lleno de niños mediocres y posiblemente góticos. —Esto no es lo que llamaría exactamente un mundo lleno de princesas. — escupí cruzándome de brazos. —Relájate, Mel, te estás fijando en la portada no en el contenido. — sonrió y pasó su brazo por encima de mis hombros. — Vamos. Suspiré. Mi mente era un torbellino, me saltaban imágenes de aquí para allá, la música electrónica se remplazaba por metal bastante pesado en mi mente, se combinaban y los recuerdos… Llegaban. —No…—murmuré­—, no puede ser. Los góticos que me miraban enseguida bajaban la cabeza como si yo fuera la reina y me debieran ese respeto. Me detuve un segundo y Shady me miraba, medio sonriente y ante la expectativa de que ya recordara todo de una vez. Tomé mi cabeza con mis manos. — ¿Recuerdas? — sus ojos se abrían, pero no había una expresión realmente en ellos. — ¡Vamos, Dimitri debe estar presente cuando me recuerdes a mí a Así que me desmayé anoche, desperté en el hospital, estuve con Shady, corrí hasta aquí y yo ni siquiera había almorzado. — Creo que pediré algo para almorzar. Después de revisar si cargaba mi tarjeta de debito, opté por un plato de pasta con mucho queso y carne, un jugo de durazno y luego pedí un café, aunque este último casi no lo pude pasar porque no era tan bueno. — Bien, aquí está la cuenta. — pagué sin rechistar, y salí. Noté que la muchacha se me quedaba mirando de a ratos cuando estaba esperando la comida. Como si quisiera hablar conmigo, pero algo se lo impidiese. Estuve entre devolverme o seguir. Opté por seguir caminando, volvería mañana, con paciencia y calma. _______________________________________ Historia – Microsoft Word “Descríbete, luego explica algo que quieras, desahógate”. ¿Una descripción sobre mí? Okey, no será fácil, pero puedo asumir el reto. Nací en 1991, una mañana cálida de otoño, lo cual desfigura por completo en esa época del año ya que naturalmente el frio cala hasta los huesos. El día doce de octubre, decidí dejar de molestar en el vientre de mi madre para hacerlo fuera de este y también incordiar un poco a mi padre, aunque esto siempre lo digo en broma, los dos son increíbles, a pesar de mi condición  —ya les explico, vayamos con calma— la cual llevan algo parecido a bien; sigo siendo yo después de todo. Tengo veintiocho años actualmente, 2019 se me ha hecho largo, ¡quiero tener ya veintinueve! Aunque no por la edad, sino por la fiesta que armaremos para ese día. Desde niña mostré un carácter duro, impasible, he sido, y seré directa, concreta y más de una vez escuché que “demasiado cruel”. Lo cual puedo justificar, ¡claro que sí! Nunca me ha gustado la imperfección, las cosas hechas por salir del paso, estoy en contra de ello y mi madre, Susana, insiste en que no todo puede ser exacto y a media. Obviamente sí se puede, porque mi padre, Eddy, y yo tenemos, pues, la necesidad de que todo sea así. Mis familiares dicen que me parezco mucho a él en cuanto a actitud, y Wanda, mi hermana, se parece a mi madre. Tengo una hermana, sí, Wanda Maroney, tenemos 8 años de diferencia, lo que significa que ella tiene 20 y se comporta como la pequeña mocosa revoltosa que es ¡y muy a mi pesar, jamás cambiará! Es de mediana estatura, tiene buen cuerpo, cabello pelirrojo y que se torna gris casi a la mitad de esa larga melena, ojos grises que complementan en su rostro delicado, labios finos y rosados. Bonita, claro, pero una niñata rebelde y muy mal portada. No mal educada, mis padres han sido tanto flexibles como estrictos, impartiendo las mismas reglas en ambas, sin quebrarse nunca. Mi padre es profesor, ¿entienden que esto se le da muy bien? Y Susana, contadora, una de las socias más importantes, si por así decirlo. Dinero no nos falta, pero tampoco somos de esos que mal gastan todo por hacerse notar; gastar en cosas que no nos hacen falta para impresionar a gente que no nos importa, ¿para qué? Al final de la historia de Wanda, es que siempre cree que se saldrá con la suya, pero nunca ha sido lo suficientemente valiente para terminar de asumir toda la responsabilidad de sus acciones, lo cual le lleva a no terminar las cosas que comienza y por lo tanto: NADA LE SALE COMO ESPERA. Es algo así como una —muy buena— ley de vida. Siguiendo conmigo, es que mi adolescencia fue hambre, locura, y una gran sorpresa. Obvia para algunos, triste para otros. Comencemos con el hambre: La mayoría del tiempo tenía ganas de comer, sólo que la comida por más deliciosa que fuese, no terminaba de satisfacerme, nunca lo hacía. Mi madre, notó esto bastante extraño, ¡no importaba cuanto comiera, nunca terminaba de saciarme! Aún así, decidí hacer ejercicio, ¡comer y comer no significa que mantendré una buena figura toda la eternidad! Tenía buenos hábitos, dieta no muy estricta, ejercicio sin excederme, estudios siempre al día. Una vida común, sencilla. Pero el hambre seguía, hasta que cumplí mis dulces dieciséis. Luego la locura: Entre mis catorce, quince y dieciséis, hice muchas cosas geniales —y arriesgadas—; me divertí a lo grande y aún lo hago. Salidas a lugares fantásticos, historias increíbles, personas diferentes, todo y más en esos tres años de mi vida. Pero los que más resaltan son mis quince, donde creo que realmente mi vida de verdad comienza. Finalicemos con la gran sorpresa: Hay chicas que desean aventuras divertidas, otras cosas sencillas, luego estoy yo, que nunca pedí nada y me encontraba en una habitación de tres paredes blancas, una azul donde se situaba una silla, como las de los odontólogos, y supe que mi destino se había escrito de una manera que jamás se podría cambiar. Revisaron a mi hermana primero. Contaba con sólo siete años y decidieron revisarla por seguridad; yo no terminaba de comprender qué sucedía en realidad, nadie me dijo nada desde el momento que aquellos seres tan altos —quizá de dos metros, quién sabe si más— entraron a la casa, entablaron una larga conversación con mis padres, los cuales estaban aún más nerviosos que nosotras. Hablaron primero con Wanda, “sólo queremos evitar a futuro algo que lamentemos, por ello, la más joven va primero”. Lloriqueó, pataleó, y les suplicó que no le hicieran daño, una mujer de cabello anaranjado, prometió que no sería nada malo, era como ir a una revisión del médico, sólo que sin pinchazos ni cosas frías pegadas al cuerpo. Salió con un caramelo y hasta más relajada. Recuerdo que la deteste en ese momento, ¿por qué armó aquel escándalo sí nada malo le sucedería? Pensé que ella sabía todo lo que sucedía y me había dejado a mi suerte. La cual no es exactamente buena. Pasé yo, con las manos sudadas, la frente en alto, y pensado: ¿qué podría suceder mal? Nada, me auto-respondía, eso me relajó un poco.  una especie de shock. Wanda estaba hasta feliz, sencillamente no le afectaba en lo más mínimo. Yo sentía el corazón apretándome en el pecho, no sabía que decir, que hacer, pero si sabía que tenía miedo, terror, ¿qué era tan malo? Los hombres, que escuché se les hacían llamar Guardianes, conversaron con mis padres después de que la mujer lesuché a mi madre, se disculpaba, rogaba perdón. Entré a la habitación. Me partió el corazón, y aún lo hace el recuerdo. —Lo siento, nena, lo siento. — Mamá lloraba sentada en su cama, yo la había escuchado antes de entrar. — ¿Cómo no me di cuenta? — Sollozaba y sus hombros se movían de manera estrepitosa. — ¿De qué? Dime, por favor. — Entre temerosa a su cuarto, caminé desde la puerta hasta quedar frente a la cama. No quería entrar, pero allí estaba. — ¿Por qué tú? ¡Oh, Melinda! — Lamentaba, no entendía qué. — ¡Mírame! ¿Qué pasa? Papá entró al cuarto y abrazó a mi madre como pudo, ya que su llanto y su negación causaban un poco de miedo. — Melinda, tú eres un Gula. — Soltó mi padre así sin más. Mamá lloró aún más, mis ojos se abrieron. Llevé mis manos a mi corazón, ¿un Demonio? ¿Eso soy? Así que esas leyendas eran ciertas, son ciertas, y yo soy la prueba de ello. Yo. — Susana, era un poco obvio. Melinda siempre ha sido un poco cruel, y siempre ha tenido esa hambre inexplicable que nunca llegarías a saciar al menos hasta que tomará tu alma. — Razonó mi padre. Él nunca había tenido un poco de delicadeza al explicar las cosas, por eso era tan buen profesor de Biología. — Lo sé, pero yo no quería creer que mi bebé podría ser algo así. Bajé la mirada, ¿mi madre me odia por ser así? Salí corriendo del cuarto y mi madre me llamo varias veces pero no quise volver, corrí fuera de casa hasta cansarme, me detuve cuando mis piernas dolían y me senté a llorar, no sabía ni dónde había parado, sólo me senté y lloré. Cuando las lagrimas pararon, me di cuenta que estaba en la carretera, donde solo bosque y arboles altos se divisaban de ambos lados, caminé por la orilla tratando de regular mi respiración y aclarar mi mente. — ¿Un Demonio Gula, de verdad? — Intentaba razonar, pero hasta mi voz, que siempre había sido grave y dura, se había convertido en ese momento en un susurro apenas perceptible. No quería creerlo, pero así era, es y será. Necesitaba respuestas, comprender mi condición, por qué debía de serlo y cómo podría llevarlo. Después de todo, no tendría que ser tan malo, ¿o sí? Los años pasaron y yo termine mis estudios básicos, luego entre a una universidad lejos de mi ciudad, en otro país; aún estando lejos debía de ser vigilada, por lo que fui con uno de los Guardianes que me instruían y explicaban la manera en que debía de controlar todo en mi mente, alma, y hambre, por supuesto. Ser un Gula es fácil, siempre y cuando tengas cuidado de las cosas que haces o piensas, más esto último, ya que el pensamiento conlleva a la acción, por ello hay que tener cuidado. En nosotros aplica el: “Eres lo que comes”, no todos somos malos. Nosotros absorbemos almas, las devoramos y al final lo que dejamos son cuerpos, cuencos vacíos sin una razón por la cual seguir. En mis años de universidad, conocí a Klaus, un joven que quería ser historiador desde que tiene conciencia, o así me contó; es bueno, no le quito eso, sólo que muy confiado, egocéntrico si me lo permiten. Klaus y yo teníamos una buena amistad, él evitaba que me metiera en problemas y yo le ayudaba con algunas materias. Me interesó graduarme en sociología, para dar clases en la ciudad y quizá en alguno de los pueblos contiguos. Klaus al escuchar una conversación que tuve s investigaciones que estaba realizando. Klaus será egocéntrico y manipulador, pero no muy inteligente a la hora de ocultar ciertas cosas, y con ello me refiero a las muchas anotaciones que tenía en varios cuadernos y hojas metidas en carpetas. Nunca tuvo un argumento real para acusarme de lo que era, hasta que el Guardián supo que él era un Caníbal, los que terminaban el trabajo por los Gula o Memory en caso de que fuese totalmente necesario. Les explicaré a que almas decidimos tomar: no matamos gente inocente, tenemos una especie de contrato con varias cárceles a nivel mundial las cuales nos entregan asesinos, psicópatas, para absorber el alma de estos y terminen suicidándose, si en un plazo de tres meses no hacen nada, los Caníbales rematan el trabajo. Nos pagan por esto y somos clanes grandes que deciden unirse a esto. Hay Demonios, tanto como Gulas y Memory, salvajes. Estos son los que nos causan problemas, como los cazadores que pretenden exterminar nuestra r**a aun a sabiendas de que es prácticamente imposible. Sólo los Guardianes conocen las maneras de matarnos, y no se le cuenta a nadie. Por lo tanto, en nuestro modo de vida, las traiciones se cobran bastante caras y dolorosas. No aceptamos errores, y sólo se le da el trabajo a quienes consideren los Guardianes en total capacidad para aceptar y cumplir al pie de la letra estas misiones. Había pequeños clanes de razas, varios mezclados y otros estrictos con los que podían entrar. Yo lidero un clan, tengo la aprobación de los Guardianes para dirigir y educar a jóvenes demonios y otros mayores que les agradaba la unidad entre mi gente. El proceso o ritual que llevamos a cabo para tomar el alma es algo de hace muchos años, podemos matar a millones de miles en un lugar, la concentración es algo primordial en estos asuntos. Al más mínimo error podemos causar problemas incorregibles.  
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