Thea sonrió. –Creo que en realidad fui yo quien le encontró. No tenía la menor idea de que Nikos estaba pensando que era muy diferente a todas las demás mujeres. Ni siquiera se mostraba coqueta cuando él le dedicaba algún cumplido. –¿Y la escopeta?– preguntó Thea. –Es obsequio de un gitano con quien hice amistad. También le habían regalado los dos rifles, que estaban construidos al estilo de principios de siglo. En la culata de la escopeta, igualmente antigua, se veían dos animales tallados con asombroso detalle. –¡Amo, la cena está servida! El mismo chico que les había servido el almuerzo, era quien ahora hacía el anuncio desde la puerta. –Gracias, Geza– dijo Nikos y ofreció el brazo a Thea. Al aceptarlo, ella reparó en su atuendo. Vestía Nikos una camisa blanca y traje de tercio