—¡Bien, cuenta! —exclamó Angie, con una expresión de expectativa en su rostro. —Me besé con un compañero de trabajo y casi hacíamos cositas en el ascensor —confesé, sintiendo cómo el rubor subía a mis mejillas ante la mirada atenta de mis amigas. —¿Y esta guapo? —preguntó Andreina, interesada en los detalles. —Sí, está como caído del cielo, toda la tentación andando. Mientras me enseñaba a usar la computadora, mi corazón no paraba de latir y cuando lo empujé contra la pared del ascensor, no podía dejar de besarlo. Besa como los malditos grandes, nunca David me besó como él, hasta me metió la lengua muy adentro —confesé, reviviendo el momento con una mezcla de excitación y culpa. —Pero tú querías que te metiera otra cosa —intervino Itzel, quien creímos que estaba dormida, aunque después