—Gracias por traerme —le dije, intentando romper el hielo que se había formado entre nosotros. —¿Me darías tu número de teléfono? —preguntó con una mirada cautivadora. —¿Te gustan las locas? —repliqué con una sonrisa coqueta, desviando la conversación hacia un terreno más juguetón. —No me gustan las locas, solo me gusta una —respondió con un brillo peculiar en los ojos que me hizo sonreír. —¿Quieres entrar? —propuse, buscando prolongar nuestra compañía, mientras desataba la tensión con una sugerencia audaz. —¿Vamos a pelear adentro? —preguntó con una pizca de picardía en la voz. —¿Si pelear en la cama cuenta? —respondí, desafiante pero con un tono juguetón, dejando claro que estaba dispuesta a seguirle el juego. Una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios antes de acercarse para b
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