Ivana dejo la tarjeta sobre la cómoda de su nueva habitación y se aseguró de decirles a todos los del hotel que no dijeran donde se estaba quedando porque no quería otro encuentro con Olivia o con alguien más, los empleados se comprometieron a mantener su privacidad y aunque ella no quiso decirles que había pasado los de seguridad pudieron intuirlo. Se quitó el vestido que se había puesto solo para hacer el cambio de habitación y se puso la crema corporal con olor a almendras que tanto le gustaba, cepillo su cabello y lo seco un poco para estilizarlo con espuma, al principio pensó en hacerse algún peinado sencillo aunque al final decidió dejarlo suelto por el estilo del vestido que pensaba usar para esa noche; era un vestido color salmón que tenía una sola manga de tirante ancho, se ajustaba a su cintura y como adorno tenía un nudo al costado derecho, un poco más suelto en sus caderas y terminaba con un revuelo que subía por el lado izquierdo donde una pequeña rajadura dejaba al descubierto hasta medio muslo, eso le daba un toque sensualmente sutil a todo el conjunto.
Resalto sus ojos con sombras marrones aunque al tener uno azul y el otro avellana le costaba combinar colores que los resaltaran por igual, un labial mate en tono rosa, argollas en sus orejas, un brazalete en la muñeca derecha y su infaltable anillo con un cuarzo n***o; se puso los zapatos de charol en color beige haciendo juego con su cartera clutch cuadrada y estuvo lista para salir a pasar la noche sola en el bar, no iba con intenciones de hablar con nadie ya que quería una cita con ella misma, lo necesitaba después de pasar rodeada de todo el bullicio de una ciudad tan movida como Las Vegas. Llego al bar cerca de las siete de la noche, vio las mesas con personas conversando entre ellas y para su buena suerte no estaba tan lleno así que pudo sentarse en la barra donde solo había unas cuatro personas aparte de ella, le encantaba el ambiente que había en el lugar y más con la música suave que sonaba en los alto parlantes se acoplaba perfectamente con las tenues luces del lugar.
– Buenas noches bella dama ¿Con que la voy a embriagar esta noche? – pregunto el bar tender con una sonrisa coqueta.
– Quiero comenzar con una laguna azul y después nos vamos con una margarita con tequila. – Ivana sonrió mientras acomodaba la cartera sobre sus piernas.
– Claro que si ¿Le gustaría una recomendación para un tercero? – pregunto mientras la veía jugar con su anillo.
– Por su puesto. – puso sus ojos en el enorme estante de botellas de licor que decoraban el fondo de la barra.
– El pirlo es un coctel hecho de vino blanco, campari y soda... Es uno de nuestros nuevos cocteles que ingresan a la carta. – comento el hombre buscando las cosas para preparar el primer coctel que ella pidió.
– Agrégalo a la lista y después de eso quiero un americano. – saco la tarjeta y se la entrego.
El hombre levanto sus cejas sorprendido por ver ese pase, solo se podía usar una vez y eso significaba que si se quería quedar bebiendo hasta que el bar cerrara podía hacerlo, el bar-tender le entrego su primer trago y le gustaba mucho el sabor de la laguna azul, cuando iba por la mitad del vaso largo, vio de reojo que alguien se acercó a ella a ella por su lado derecho, aunque se mantuvo con la vista al frente restándole importancia.
– Buenas noches ¿Esperas a alguien? – pregunto el hombre con una sonrisa.
– No, esta noche decidí salir en una cita conmigo misma. – Ivana tapo su vaso con la palma de la mano, solo por precaución.
– ¿Es extrajera? – pregunto sentándose en el taburete a su lado.
– No, soy italiana de madre latina y padre ruso. – siempre era la misma pregunta por su ligero acento.
– Tiene un lindo acento ¿A qué se dedica? – el hombre pidió un trago.
– Gracias... trabajo para la empresa hotelera Marino ¿A qué se dedica usted? – un poco de platica le venía bien y al menos no había comenzado con la típica pregunta de que si el color de sus ojos era real.
– Que interesante, yo trabajo como guardaespaldas privado para un empresario... ¿Qué cargo desempeñas en el hotel? – el bar-tender le dio un vaso con licor.
– Soy directora de operaciones, me encargo de la administración de los hoteles en Italia y soy quien se comunica con los nuevos socios comerciales, los inversionistas y en ocasiones doy las conferencias de inauguración, además de otras cosas. – esperaba que con sus palabras el hombre se alejara.
– Vaya, no esperaba que fueras tan importante en la empresa y es realmente admirable que hayas llegado tan lejos siendo tan joven ¿Cuántos años tienes? –parecía más interesado que cuando llego.
– He cumplido veinticinco años. – termino su bebida.
– Eres bastante jovencita. – el hombre sonrió.
– ¿Cuántos años tiene usted? – junto sus cejas viéndolo extrañada porque él se veía bastante joven.
– Yo tengo treinta y cinco, diez años mayor que tú. – se movió de lado para verla mejor.
– Esta muy bien conservado, pensé que tenía menos edad. – el bar-tender le entrego la margarita con tequila que había pedido antes.
– No he estado exento del peligro, tengo algunas marcas de batalla en el cuerpo, el trabajo como guardaespaldas es bastante arriesgado. – esas palabras hicieron que ella sonriera porque era el anzuelo.
– Imagino que así debe ser ¿Maneja armas? – pregunto mientras lo veía.
– Sí, tengo que saber usarlas porque algunos clientes piden ese tipo de seguridad extra. – explico el hombre.
Ivana iba a responderle cuando vio a una mujer acercarse a él y le paso el brazo por los hombros mientras se posaba entre ambos de una forma sinuosa, casi que empujo a Ivana antes de comenzar a decirle al hombre que a ella y a sus amigas les encantaría tenerlo haciéndoles compañía en su mesa, Ivana se bajó del taburete y se alejó dándole gracias al cielo que aquella doña llegara a interrumpirlos porque no tenía ganas de enredarse, lo estaba haciendo porque era una plática muy fluida; se sentó cerca del otro extremo de la barra esperando que el hombre no se le volviera a acercar y esta vez recibió su siguiente trago, el sabor del vino blanco con el campari se regaron por su paladar haciéndola sonreír al mismo tiempo que el burbujeo de la soda le hacía cosquillas en toda la boca y mientras estaba observando una botella bastante peculiar escucho una algarabía provenir de unas mesas al fondo del bar, justo frente a ella.
Le llamo la atención todos los hombres que estaban en la mesa, en especial uno de ellos, era el mismo que vio por la mañana en el hotel, el rubio de cabello corto; llevaba una camisa de color n***o con un chaleco del mismo color que lo hacía lucir mucho más atractivo aun con la media luz del bar y cuando lo vio reír mostrando los dientes, ella sonrió porque un par de hoyuelos se marcaron en sus mejillas y se veía realmente sexi, más que el hombre del elevador. Pensó que si el hombre llegaba a descubrirla viéndolo iba a pensar que era una acosadora por su insistencia ya que no podía apartar sus ojos de él desde que noto su presencia, pero también se preguntó quién no dejaría sus ojos puestos en ese monumento y tuvo la curiosidad de saber quién era, quizás si era un modelo podría buscarlo en r************* y accidentalmente coincidir en algún futuro.
– Disculpe. – llamo al bar-tender quien se acercó de inmediato.
– ¿Otra bebida? – pregunto viendo que ya se la había terminado.
– Sí, quiero el americano, pero quiero saber algo también. – comento esperando que el hombre supiera.
– Dígame señorita. – se inclinó un poco hacia ella para escucharla.
– ¿Sabe quién es el hombre que está sentado en la esquina? – señalo con un ligero movimiento de cabeza.
– Hay varios hombres sentados en la mesa señorita. – la vio esperando una aclaración.
– El único de camisa y chaleco n***o. – fue más específica.
– Lo siento, desconozco quien pueda ser ese hombre. – comento alejándose de Ivana para mezclar los licores.
– Gracias. – recibió la bebida y vio hacia la mesa de nuevo.
Decidió dejar de estar al pendiente del hombre en aquella mesa y se concentró en su bebida, aunque la vista la traicionaba de vez en cuando; saco su celular al escucharlo sonar y se sorprendió mucho de ver que era un numero privado, corto la llamada de inmediato pues no tenía ni la menor idea de quien podría estar llamándola a esa hora, aunque antes de guardarlo, su celular volvió a sonar con el mismo número privado.
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– ¿Quién eres y que demonios quieres? – puso una voz gruesa.
– Señorita Alenka soy Olivia, quería saber si va a venir al lugar que le dije esta tarde. – dijo la mujer al otro lado.
– ¿Cómo diablos tiene mi número de teléfono? – comento un poco nerviosa porque pensó que eso ya era acoso.
– Si viene se lo puedo explicar todo con gusto, necesito que me confirme, necesito su ayuda y es muy importante. – dijo Olivia.
– No voy a ir a ningún lado y esto ya es acoso por su parte señora Colman. –susurro molesta.
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Ivana colgó la llamada y puso su celular en vibrador, de repente sintió un escalofrió recorrer su espalda aumentando mucho más su nerviosismo y de forma discreta desvió su vista hacia la segunda planta notando a un grupo de hombres observando sus movimientos como si fueran aves de rapiña viendo a un roedor, se bebió lo que le quedaba del licor de un solo trago y antes de bajar vio al bar-tender acercarse con un coctel en la mano.
– Le envían esto. – comento el hombre dejándolo frente a ella.
– Lo siento, tengo que irme ya... cuestiones de trabajo. – bajo del taburete y alcanzo a ver el fondo de la copa una pastilla a medio deshacer – ¿Quién lo envía? – pregunto disimulando su sorpresa.
– El caballero que estuvo hablando con usted unos minutos antes. – señalo hacia la mesa de la esquina, donde ella había estado viendo.
– ¿Me puedes traer un vaso de ron con soda? – subió al taburete de nuevo.
– En seguida. – el bar tender se apresuró, cuando lo dejo frente a ella, Ivana aprovecho la distracción de todos para darle la vuelta a su anillo y verter un polvo en el líquido.
Usaba ese anillo para cobrar venganza cuando intentaban drogarla en algún bar y aquel acto no se iba a quedar así nada más, se aseguró que nadie la estuviera viendo y movió el licor con la pajita negra que iba de decoración, metió la cartera bajo su brazo antes de bajar del taburete y aunque pensó en irlo a dejar decidió tomar el brazo de un mesero que iba pasando.
– ¿Quieres ganarte cincuenta euros? – pregunto sonriendo con diversión.
– Claro que sí. – el chico sonrió tomando el billete discretamente.
– Lleva este vaso al hombre que está sentado en aquella mesa... – señalo con el dedo – El caballero guardaespaldas de traje azul... Dile que se lo manda la señora Ortiz y que espera que lo disfrute mucho. – explico sonriendo con malicia.
– Okey, yo se lo llevo. – el chico también sonrió inocente a la maldad de la que sería cómplice.
Se quedó de pie cerca de la barra hasta que el mesero le entrego el vaso al hombre y le dijo lo que ella quería, después que el mesero terminara de hablar todos los de la mesa pusieron sus ojos sobre ella incluyendo al hombre del hotel, levanto la copa dándole la confianza de que era una muestra de agradecimiento y sonrió al ver al tipo beber el licor muy confiado. No era ningún tipo de droga que pudiera poner en riesgo su vida, lo más que aquel polvo podía hacer era darle diarrea por toda la noche y quizás hasta un poco de vómito, le gustaba dar una probada de su propia medicina a los zánganos que intentaban pasarse de listos con ella, dejo la copa intacta sobre la barra y salió del bar lo más rápido que pudo antes que las cosas se pusieran feas; al salir del bar cerro los ojos respirando profundo antes de abrirlos y pensar que ya había tenido suficiente por una sola noche, se hubiera ahorrado mucho si quizás hubiese aceptado la invitación de Enzo a quedarse en el hotel, iba a volver caminando para que el ligero mareo del licor bajara, tenía una excelente resistencia al alcohol y los cuatro licores solo lograron provocar que su cuerpo no sintiera el frio de la noche.
– Disculpe ¿Es usted la señorita Alenka? – dos hombres le cerraron el paso de la nada.
– Pardo? - ladeo la cabeza- Je ne comprends pas de quoi ils parlent. – las ventajas de ser poliglota eran esas, era capaz de cambiar su acento según el idioma que hablara.
– No le sirve de nada hablar en francés, somos de la policía y tenemos su foto fichada como uno de los puntos claves para la investigación contra Enzo Marino. – ambos hombres sacaron sus placas.
– Si saben quién soy porque preguntan, para ser policías no son tan listos y ahora dudo mucho que sean policías. - ladeo la cabeza y ambos hombres se vieron a los ojos.
– Nos podría hacer el favor de acompañarnos. – dijo el otro de ellos.
– ¿Tienen una orden en contra mía? – ambos negaron con la cabeza – Entonces no me pueden arrestar, no tienen orden y supongo que tampoco una acusación, llamen a mi abogado y hablen con él si quieren acusarme de pisar mal en la calle. – paso entremedio de ellos.
Pensó que con eso se la iba a librar, pero lo siguiente que paso es que alguien le llego por la espalda y le puso una mordaza en la boca para evitar que gritara, un auto freno junto a ella y fue empujada adentro por el hombre que la amordazo, entre el forcejeo que se formó dentro del vehículo sus muñecas fueron esposadas y al sentirse en movimiento decidió dejar de pelear porque si eso era un secuestro lo que iba a mantener su vida segura era colaborar, por la luz que se coló vio que eran los dos supuestos policías y quien manejaba era una mujer; no paso mucho tiempo hasta que llegaron a una zona bastante solitaria de la ciudad, unas bodegas abandonadas en las orillas del río Tíber, vio al hombre que iba en el asiento del copiloto bajar con rapidez y dar la vuelta para abrir su puerta, la ayudo a bajar y vio a la mujer salir.
– Te voy a quitar las esposas y la venda de la boca, por favor no haga nada tonto. – dijo él sacando unas llaves del bolsillo de su pantalón y le bajaron la venda de la boca.
– ¿Con quién crees que estás hablando? – al segundo de que sus muñecas fueron liberadas le pego un cabezazo a la mujer quien cayó al suelo.
A uno de los hombres lo puso a ver estrellas cuando le dio un rodillazo en la entrepierna, con el otro casi se rompe los nudillos gracias el puñetazo que le metió, pero años entrenando artes marciales mixtas no eran solo para mantener una figura bonita y con los tres en el suelo pensó en llevarse el auto para llamar a la verdadera policía, le arrebato su cartera al tipo que había ido a su lado y que se seguía lamentando en el suelo por el golpe en sus partes nobles.
– Ivana...- apareció Olivia de dentro de la bodega – Dame la oportunidad de explicarte que es lo que está pasando, no te estuviera molestando si no necesitara de tu ayuda, estás trabajando para un traficante, un hombre despiadado que no dudaría en asesinarte si se le da la gana. – dijo la mujer.
– Creo que ustedes cuatro se escaparon de un manicomio y lo único que quieren es fastidiarme. – vio que uno de los hombres se levantaba, era al que le dio el puñetazo.
– No, estoy diciendo la verdad y te lo puedo demostrar. – se hizo hacia un lado y extendió su brazo invitándola a caminar hacia adentro.
– ¿Quién mierdas te enseño a pelear de esa manera? – pregunto el hombre al que le dio el rodillazo.
– Mi padre me enseñó a defenderme con palabras de tipos idiotas que no saben distinguir entre la derecha y la izquierda, mis hermanos me enseñaron a pegar duro y a no dudar en ningún golpe. – lo vio con asco mientras él no se quitaba las manos de su entrepierna.
– ¿Qué hermanos? se supone que eres hija única. – la mujer se iba cubriendo la boca porque no dejaba de sangrarle.
– ¿Creí que se habían tomado el tiempo de investigar mi pasado? – puso sus ojos sobre Olivia, la mujer dio una sonrisa apenas perceptible.
– Por favor Ivana, dame la oportunidad de explicarte lo que pasa y el porqué de que estos caballeros necesiten urgentemente tu colaboración. – Olivia casi que le había suplicado.
Ivana dudo por un minuto si de verdad podía confiar en aquellos extraños, pero en la petición de Olivia pudo sentir que sus palabras eran reales y que de verdad la necesitaba, dio un suspiro pesado y camino pensando en que si su instinto le fallaba no iba a haber nadie que pudiera salvarla, mucho menos encontrar sus restos porque había puesto el celular en modo avión por las constantes llamadas. Al entrar a la bodega no vio a nadie más y se acercó a la mesa iluminada por unos aros de luz blanca, se le hizo gracioso como el momento parecía haber sido sacado de una serie de espías de los noventa y se imaginó sentada frente a las luces siendo interrogada por los policías tontos.
– ¿Entonces? – se dio la vuelta y vio a Olivia junto a los demás ir tras ella.
– ¿Qué sabes del proyecto Oro de El Cairo? – pregunto Olivia sentándose.
– Es un complejo hotelero que está siendo diseñado para ser construido dentro de tres años y que será en una zona muy exclusiva en El Cairo, el hotel principal fue uno de mis primeros proyectos. – respondió Ivana.
– Es solo una pantalla, Enzo Marino creo la idea para cubrir sus acciones y no levantar sospechas, es un criminal peligroso y sumamente astuto... – respondió la otra mujer mientras se limpiaba la sangre del labio- Me llamo Bianca Walsh y pertenezco a la agencia británica, por cierto, excelentes reflejos. – sonrió de lado.
– ¿Dónde están las cámaras? – vio hacia todos lados – Enzo apenas es capaz de llevar el manejo de todos los hoteles que tiene, no sería capaz de manejar algo tan retorcido como eso como lo que ustedes piensan. – se cruzó de brazos incrédula.
– ¿Por qué crees que los contrato a ustedes tres? son las pantallas que se encargan de su trabajo legal y que le dejan el tiempo libre para manejar los negocios bajo la mesa. – Olivia le extendió una carpeta.
– Enzo es el principal proveedor de órganos en el mercado n***o español, trafica con mujeres y niñas para burdeles clandestinos en Asia y casi toda Europa. – explico Bianca.
Ivana tenía los ojos cuadrados con todo lo que estaba escuchando y viendo en aquella carpeta, las fotos eran bastante sorprendentes y casi imposibles de creer para cualquier persona ajena a esos temas como ella, su mundo estaba muy alejado de ver a niñas sometidas de esa forma y habían otras fotos que eran más graficas que le provocaron nauseas, estaba acostumbrada a ver empresarios de finos trajes y formas elegantes de hablar, no esas cosas tan bizarras como pequeñas vestidas de prostitutas y mucho menos creía que su jefe fuera el causante de esas cosas.
– No creo una sola palabra... - cerro la carpeta y la tiro sobre la mesa cerrando los ojos un poco asqueada – Enzo no sería capaz de hacer algo como eso, él es un hombre bueno y muy respetable. – no quería creerlo.
– La reunión de Enzo esta tarde fue para eso, se iba a reunir con otros compradores y dentro de poco les dará la noticia que el proyecto se cancela por supuestos problemas técnicos en su construcción. – dijo uno de los hombres.
– Si eso es verdad ¿Yo que mierdas pinto en todo esto? – junto sus cejas viéndolos.
– Llevamos más de cinco años intentando atrapar a Enzo y nunca podemos ni siquiera acercarnos porque es muy cuidadoso con lo que hace, todo disfrazado de buenas causas... – Olivia se puso de pie – Necesitamos de alguien que ya este adentro de su círculo de confianza y Dianina nos dijo que tú eras la más indicada porque estabas más cerca de él. – todo era culpa de esa mujer.
- Acaban de ser víctimas de una treta sucia por parte de Dianina, yo soy una empleada más y no sé qué tipo de cosas hace Enzo en sus tiempos libres. – le iba a gritar mucho cuando la viera.
– Si no nos ayudas, cuando Enzo caiga, tu recibirás una condena por complicidad porque Dianina sugirió que ustedes dos eran más que simples colaboradores. – gruño uno de los hombres.
– Ernesto por favor, ella no está obligada a ayudarnos y creo que menos va a querer ayudarnos si tú la amenazas de esa forma. – Bianca lo regaño.
– Adelante, yo no tengo nada que ocultar y por lo que veo en sus papeles no hay nada que asegure que el señor Marino realmente es un traficante de esa calaña, a mí no me van a enredar en su jueguito de espías y me importa una mierda que un imbécil como tu venga a amenazarme, porque yo si tengo cosas que me respalden. – apoyo las manos sobre la mesa clavando sus ojos sobre los de él.
– Ivana necesitamos de tu cooperación, Dianina y Mario están dispuestos a ayudarnos a cambio de una compensación monetaria, puedes pedir lo que quieras. – dijo Olivia tratando de mediar entre ellos.
– No pueden obligar a nadie a colaborar con ustedes, Bianca acaba de decirlo, además, dinero es lo que menos necesito. – se cruzó de brazos con su decisión clara.
– ¡Eres una cobarde! – Ernesto se puso de pie – ¡Tienes la oportunidad de atrapar a un traficante y salvar a miles de personas inocentes, pero prefieres voltear la cara hacia el lado bonito de la vida, tus compañeros tienen más valor que tú, eres una miserable rata! – le grito con intenciones de provocar una reacción en ella.
– Yo soy la directora de operaciones de una empresa completamente legal, que hace todo acorde a la ley... Buenas noches... – hizo una reverencia – Si vuelven a acercarse a mi voy a llamar a la policía y los voy a acusar por acoso, los llevare al juzgado y toda su operación secreta se ira al carajo... Ah, Ernestito, vuelves a gritarme en esa forma y a faltarme el respeto con insultos mediocres, y las pelotas te van a salir por la boca. – les dedico una mirada fría.
– Tienes toda la razón, no podemos obligarte a aceptar porque eres un civil y te juro no volver a molestarte si esta reunión queda en secreto. – dijo Olivia con una expresión decepcionada.
– No me busquen para sus planes mediocres y yo jamás me reuní con ninguno de ustedes... y son una porquería para pelear, es más difícil pegarle a un borracho que a cualquiera de tus agentes, deberías entrenarlos mejor. – Ivana no temió amenazarlo de esa forma.
– Señorita Alenka, permítame ir a dejarla a su hotel... – dijo el hombre que aún no se presentaba – Es una zona bastante desolada y es nuestra culpa que este aquí, no quisiera que le pase nada malo. – comento con una postura relajada.
Ivana acepto solo porque le daba un poco de miedo andar por esos lugares tan desolados a esas horas y ya estaba más que segura que ellos si eran policías; no era para nada tonta y sabía muy bien que si todo lo que ellos decían de Enzo era verdad tarde o temprano las cosas podían salir mal y era mejor ser ignorante a ser cómplice, sabía lo que un mafioso podía llegar a hacer y no quería terminar siendo torturada por ser una soplona o meter a su familia en problemas.
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Iba corriendo por el pasillo del segundo piso mientras Jace la perseguía con una lagartija verde en las manos, ninguno de los dos se había quitado el uniforme del colegio todavía. Hace un mes que cambiaron a Ivana de escuela, por fin podía estar tranquila y ya tenía un par de amigas que eran muy dulces con ella, dejo de comerse las uñas por ansiedad de tener que enfrentarse a sus dos abusadores y se veía mucho más risueña. Bajo las gradas corriendo en su desesperación y se dirigió hacia la sala donde accidentalmente tropezó con la alfombra cayendo de panza contra el piso, algo pequeño salió volando de su boca hasta aterrizar cerca de la mesa de centro y ella fue gateando hasta donde estaba para tomarlo, se le había caído su primer diente de leche tras aquel golpe.
– ¡Jace, ve a dejar esa cosa al jardín! – grito Antoni muy serio al ver lo que llevaba en las manos.
– Se la quería poner a Ivana en la cabeza. – dijo sonriendo con malicia.
– No digas locuras, ve a dejarla afuera y te lavas las manos porque vamos a comer la merienda. – era el hermano mayor y por tanto el regañón.
Jace hizo un puchero mientras salía de la casa para ir a dejar a la lagartija entre unos arbustos en el jardín, Ivana se levantó de la alfombra y corrió hacia Antoni con una gran sonrisa chimuela de la parte de arriba de su dentadura.
– ¡Antoni mira, se me cayó un diente! – le mostro la palma de su mano donde iba la pequeña cosita blanca como una perla.
– ¿Cómo se te cayó? – el chico se asustó.
– Me caí y se me cayó. – Ivana se encogió de hombros.
– Déjame verte... – ella abrió la boquita y él examino el hueco donde no había sangre – Creo que ya lo tenías flojo porque no hay sangre, el de abajo también esta muy flojo. – dijo mientras lo movía con cuidado.
– ¿Se me va a caer también? – ladeo la cabeza.
– Si, vamos a guardarlo y cuando venga papá te va a dar una moneda. – le tomo la mano y la llevo a su habitación.
Antoni saco de su closet una pequeña cajita verde y la abrió para que Ivana pudiera meter su diente ahí, él también le mostro su pequeña cajita donde guardaba sus dientes de leche porque su padre le daba una moneda cada vez que se le caía uno y esas monedas las guardaba en una pequeña alcancía en forma de manzana que tenía sobre una cómoda, Ivana se emocionó mucho con la idea de recibir una moneda por su diente.
– ¿Qué están haciendo? – pregunto Mónica al ver que no llegaban a tomar la merienda.
– ¡Se me cayó un diente mamá! – dijo emocionada mostrándole la caja.
– ¡Ay mi amor, déjame ver! – se puso en cuclillas para revisarla.
– El de abajo también lo tiene flojo y se le caerá pronto. – comento Antoni viendo.
– Ya estas grande, comenzaste a mudar los dientes. – la mujer sonrió y le dio un beso en la frente a su hija.
– ¿Papá me dará una moneda? – pregunto recordando las palabras de Antoni.
– Seguramente, esta noche cuando lleguemos a casa le dices que se te cayó un diente y seguramente te dará una moneda... – vio Antoni sonriendo- Vayan abajo a comer la merienda, después tienen que hacer las tareas. – los dos sonrieron y salieron de la habitación corriendo.
Esa tarde cuando Leonardo llego a casa vio que a Ivana le faltaba uno de sus dientes de arriba y como hacía con sus hijos le dio una moneda de un euro, Ivana subió corriendo a la habitación de Antoni para echarla en su pequeña alcancía y cuando el niño la cuestiono le dijo que ella no tenía una, pero que quería ahorrar también.