La mansión Brown se convirtió en un lugar de tensión y silencio, donde la preocupación y el estrés se mezclaban con la calma artificial de las lujosas habitaciones. Los empleados actuaban de forma meticulosa, siendo conscientes de lo que ocurría dentro de la casa. Michele había decidido no tomar represalias en contra de sus empleados por la exigencia de Kath, pero eso no quería decir que había olvidado su descuido. Aunque Michele había querido quedarse al lado de su esposa esa noche y persuadirla de compartir algo más que la cama, las exigencias de su mundo más oscuro no le permitieron hacerlo. La mafia tenía sus propios horarios, y la organización que él lideraba no podía esperar. Así, con una mezcla de inquietud y determinación, Michele abandonó la mansión y se dirigió a uno de sus club