Michele observó a Kath con atención cuando tomó su mano y la guio cerca de la cama. Entonces la comenzó a desvestir, con una lentitud siniestra comenzó a bajar la bragueta delgada de su vestido que se encontraba a su espalda. El sonido del cierre siendo bajado fue casi imperceptible, sin embargo, la sensación de la mano de Michele pegándose a su espina dorsal mientras lo hacía fue cautivadora. La sensación solo podía compararse con un cubo de hielo recorriéndola desde su nuca, erizando su piel al instante, haciendola arquear su espalda, hasta que bajó el cierre por completo.
La tela se deslizó por su cuerpo y cayó al suelo, Kath ya no sentía vergüenza de que Michele la observara desnuda, no luego de que ya la había probado infinidad de veces, incluso estando en su periodo. No obstante, la
