—¿Cómo va todo? —preguntó Michele a Mark, cuando este ingresó en la sala privada donde se llevaba a cabo la reunión con el líder de la mafia de Filadelfia. Los mafiosos habían hecho una pausa mientras el mafioso visitante atendía una llamada. Michele era propietario de diversos clubes, pero estos no eran atendidos por él. Mark estaba a cargo del Diamante y Riccardo de la mansión. En ambos casos, a Michele no le interesaba quienes pertenecían a la nómina de ambos lugares, solo estaba atento al dinero que se lavaba en cada uno. Los encargados eran quienes velaban por sus intereses con una única regla. Las bailarinas que trabajaban ahí no pertenecían a ninguna red de trata, todas llegaban por voluntad, por recomendación quizá, y cada una era investigada, pero una vez que comenzaban a trabaj
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