—No puedes hacer esto ¡Bájame! —gritó Kath cuando Michele colocó su hombro bajo el vientre de ella como si fuese un costal de papas, aunque notablemente más liviano. Su mano izquierda sujetó con firmeza sus piernas, mientras que su mano derecha descansó en la parte baja de su espalda, al tiempo que las manos atadas de Katherine caían hacia al frente al igual que sus cabellos, cubriendo por completo su vista. Mientras observaba el pasto verde que rodeaba la mansión de su prometido, Kath repitió su exigencia —Dije que me bajes —chilló tratando de golpear la espalda de Michele con sus puños que se encontraban atados, pero fue inútil. Kath golpeó su espalda y pataleó, pero la única respuesta de Michele fue un fuerte azote en su culo que colgaba de su hombro. —Ahh… —gimió por el ardor que le