Saraí estaba indignada al enterarse que el padre de los bastardos de su hermana era nada más y nada menos que el multimillonario Derek Daurella, quien no sólo era destacado por la fortuna que había heredado y el hecho de ser el Alfa de una manada muy grande, sino también por ser un destacado neurocirujano que incluso llamaban para operar en otros países. “Siempre Selena quedándose con lo mejor” —pensó molesta, mientras caminaba por la habitación del hotel lujoso en el que la había dejado Loyd. Por suerte, ese hombre tan guapo, también de la familia Daurella, parecía no haber dejado de estar al pendiente de Saraí desde que ella había empezado a cooperar con ellos. Sonrió ampliamente al pensar en lo guapo que era ese rubio y las ganas que tenía de comérselo… si es que él se lo permitía.