Selena había conseguido escabullirse sin dejar rastro del lobo que la perseguía, y, aunque tenía miedo, sabía que no le quedaba de otra que moverse, por lo que consiguió, con ayuda de los encargados del hotel, irse a una ciudad no tan cercana, que quedaba a unos seiscientos kilómetros. —¿Pero de qué huyes? —le preguntó la esposa del encargado—. Podemos llamar a la policía por ti si tienes mucho miedo, linda… —N-no, no es necesario, es… una especie de asunto familiar. Solo… necesito alejarme y, si alguien llega a preguntar por mí, no importa qué diga, por favor no digan nada. Yo quiero tener a mis bebés y ellos no están de acuerdo, así que… por favor no digan nada. —Muy bien, querida, no diremos nada. —La amable señora palmeó su mano y Selena pudo irse ya más tranquila. —Estaremos a s