Capítulo 3: Especial

1561 Words
Madre alzó la vista y fijó sus asustados ojos en los comprensivos del vampiro. ―Sabes que es lo mejor ―insistió él. Ella dio su consentimiento con la cabeza. Él sonrió aliviado. ―Escúchenme ―nos habló a nosotros―, el proceso es doloroso, mucho, pero necesario. Esa mujer ya puso sus ojos sobre ustedes y así como fue atacada su hermana y su padre, lo serán ustedes. La única manera de que se encuentren a salvo es que sean convertidos en vampiros. Así tendrán más posibilidades de sobrevivir a su ataque o al de su secuaz. ―Si es por proteger a mi familia, estoy dispuesto―acepté sin recelo. ―Yo también ―aseveró mi hermano Franco. ―Yo les sigo ―agregó Julius. ―Bien, no les explicaré el procedimiento, por lo complejo, pero no se preocupen, yo les ayudaré en el proceso. Yo me ofrecí a ser convertido primero, lo cual ninguno de los otros dos objetó. Sería imposible describir el dolor que sentí. Parecía como si mi sangre hirviera en mis venas y me estuvieran despellejando vivo. Vidrios molidos en mis venas habrían sido menos dañinos. A pesar del padecimiento que experimenté, no me moví, me mantuve estoico, sabía que, si yo gritaba o me quejaba, mis hermanos tal vez no querrían arriesgarse y eso los pondría en peligro, por lo que aguanté lo mejor que pude el suplicio. Intentaba que mi respiración fuera acompasada y tranquila; por dentro quería gritar y me retorcía. Sentía que pasaban las horas y los días en ese eterno martirio. Deduje que mis hermanos habían sido convertidos cuando escuché sus quejidos y gruñidos. Aun así, no me moví, continué manteniendo mi respiración lo más suave posible, según pude oír, gritar o quejarse no les estaba sirviendo de nada a mis hermanos, al contrario, ponían más nerviosa a madre, que sufría al ver el dolor de sus hijos. ―No se mueve. ―Oí decir a Franco, al parecer ya había terminado su transformación, ¿por qué yo no? ―Él está bien, lo está controlando, no sé cómo, pero está soportando el dolor de un modo que yo no había visto ―contestó Marcos de un modo que casi pude ver un dejo de extrañeza. De ahí en adelante, el dolor se acrecentó, no recuerdo más que un suplicio horrible, era como si viviera en el mismísimo infierno. Parecía que los huesos se me estaban quebrando uno a uno y como si golpearan cada uno de mis músculos. Reconocí partes de mi cuerpo que ni sabía que existían. El tiempo se me hizo eterno. De pronto, tras no sé cuántos días, o semanas, mi corazón se detuvo y ya no pude respirar. Fue una sensación tan extraña como aliviadora. Ese último pálpito retumbó en cada célula nerviosa de mi organismo, negándose a detener su incesante compás. Mis pulmones dejaron de absorber el oxígeno, mi corazón no bombeó más sangre, mi piel y mis sentidos se agudizaron. Todo al mismo tiempo. Fue como dejar de existir para seguir vivo de un modo muy diferente. ―¿Leo? ―La voz de mi mamá sonó, a mis oídos, suave y diáfana. Abrí los ojos y hasta el más leve detalle fue revelado ante mis ojos. ―Mamá ―musité. ―¿Cómo te sientes, hijo? ―Extraño. ―Sonreí ante mi propia voz, tan diferente a lo que había sido antes. ―Hijo mío... Mi mamá me abrazó y lloró, tuve que hacer un gran esfuerzo para no apretarla en demasía, mis brazos parecían haber sido transformados en roca. Mis músculos habían crecido en tamaño. Segundos más tarde apareció mi padre a mi lado, sano, como si jamás hubiera estado en peligro de muerte. ―¿Todo bien, hijo? ―preguntó con extraño tono. ―Sí, ¿y tú? ¿Ya estás bien? ―Mejor que nunca, hijo ―respondió, feliz. Me enderecé, quise hacerlo con normalidad, sin embargo, por poco salgo expulsado de la cama. Mi papá se echó a reír. ―Tendrás que aprender a controlar tus movimientos ―me aconsejó. ―Así parece. ―Reí yo también―. ¿Y mis hermanos? ―Están cazando con Marcos, tú tardaste en despertar. ―Pero si fui el primero después de ti ―protesté, no entendía por qué me había tardado tanto. ―Marcos tampoco se lo explica, debiste despertar hace días. ―¿¡Días?! ―cuestioné sorprendido. No comprendía por qué habían demorado menos que yo en terminar su conversión. ―Así es. Por eso tu mamá se quedó contigo, teníamos que alimentarnos y tú no tenías esperanza de despertar, según nos indicó Marcos. Ahora, nos avisó que habías despertado, por eso me vine enseguida a ver cómo te encontrabas. Mis hermanos también llegaron y se acercaron a mí, estaban fascinados con su nueva condición. Julius más que Franco, debo admitir. Marcos se quedó apoyado en el marco de la puerta, me observaba con un semblante extraño, como si hubiese algo más detrás de la demora en mi conversión. ―Marcos, ¿qué me pasó? ―le pregunté. ―Debes cazar. ―No quiero ir a cazar, quiero saber. ―Leo... ―Dime, ¿qué me hiciste diferente a los demás? ―Yo no hice nada. ―Entonces, ¿por qué? Se encogió de hombros. ―Hay dos motivos por lo que puede suceder una cosa así ―me explicó a su pesar―, una porque hayas sido brujo, y no lo supieras, y dos, que seas especial. Hablé con tu mamá y Galiana era la única que tenía ese tipo de don. Lo único que queda es que seas especial. ―¿Especial? ¿A qué te refieres con especial? ¿Especial cómo? ―apostillé. Me miró con compasión. ―Elegido, Leo, escogido, diferente... Especial. Por más que continué interrogando a Marcos, no obtuve respuesta. ¿Qué clase de ser especial era yo? Aunque, tras mucho debatir, llegué a la conclusión de que él tampoco lo sabía, quizá, lo intuía, pero no tenía certeza. Tres meses permaneció con nosotros en casa, nos adoctrinó en lo básico de nuestro nuevo estado. Cosas como mantener un bajo perfil ante los humanos; sostener los mitos respecto a nosotros para que pasáramos desapercibidos ante ellos; por supuesto, nos señaló que jamás volveríamos a ser simples mortales como el resto, aun así, debíamos intentar actuar lo más normal posible. Había leyes o normas por las cuales guiarnos, pues, si llamábamos mucho la atención, seríamos castigados con severidad por seres que estaban sobre nosotros. El primer año, luego de nuestra transformación, no ocurrió nada. No supimos nada de Marina, pero una oscura noche de eclipse lunar, apareció para atacarnos. Al encontrarse con la sorpresa, porque en realidad se sorprendió al saber que éramos vampiros, quiso huir, sin embargo, nosotros no lo permitimos y salimos tras ella para darle caza. ―Ahora que son vampiros ―gritó al detenerse en medio del bosque―, no es tiempo para atacarlos. Prefiero gustar la venganza poco a poco. Quería evitar la profecía de la destrucción de su familia, pero ustedes lo quisieron así. Saborearé la venganza a su debido tiempo. No sabrán cuándo ocurrirá, todo el tiempo, cada día, esperarán mi retorno y no se darán cuenta de cuándo volveré para acabar con ustedes ―sentenció antes de desparecer en la nada. ―Será mejor que huyan ―nos dijo un hombre. ―Ella se fue ―repliqué. ―Vienen otros y no es tiempo de enfrentamientos. No para ustedes. Nos alejamos de allí, confundidos y con un mal sabor de boca. Sabíamos que, en cualquier momento, Catalina volvería para terminar con nosotros. Mi madre nos esperaba angustiada. ―¿Qué pasó? ¿Están bien? ¿No les hizo daño? ―nos interrogó nada más cruzar la puerta. ―Cálmate, mujer, cálmate, todo está bien, no nos sucedió nada malo. Se fue. Dijo que no era el tiempo para enfrentarnos ―le contestó papá. ―El tiempo ―murmuró mi mamá―. La profecía. ―Lo mismo dijo ella, que no quería que se cumpliera la profecía de nuestra familia, pero que esperaría. ¿Qué significa eso? ―inquirí. ―Es acerca de una profecía que me fue entregada hace algunos momentos. ―¿Qué dice esa profecía? ―"La gran hechicera apura sus pasos, cuando todavía no es momento, el tiempo no ha llegado. Su rival ya se ha marchado y su amado no está preparado". ―¿Qué quiere decir eso? ―pregunté. ―No sé exactamente. ―Hizo una pausa―. La verdad es que no lo sé ―admitió―. Estuve demasiados años sin practicar, en realidad, nunca ocupé mis poderes, cuando me enteré de que los tenía, mi mamá murió, dos días después murió mi papá, que también era brujo, y antes de una semana había perdido a toda mi familia, quedé sola, así fue como conocí a su padre. Por tal causa, no quise saber nada de hechizos ni de magia. Ahora me pesa, porque nos está afectando a nosotros. No sé de qué tiempo habla, tampoco quién es su rival que se ha marchado. Mucho menos su amado... Tocaron a la puerta. Julius fue a abrir. Era el novio de Galiana. El exnovio de Galiana. ―Raymond... ―musitó mi mamá.
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