En ese momento el Lamborghini de Joaquín, se detuvo delante del vehículo del mencionado caballero, entonces se bajó de su auto y caminó directo hacia aquel hombre. —Vea pues, el excelentísimo doctor Carlos Mario Duque en persona. Bufó—. Su excelencia. ¿Qué hace por estos rumbos? —inquirió con sarcasmo. Carlos le dedicó a su hermano menor una profunda mirada, mientras apretaba sus puños. Joaquín, por su parte, dibujaba una amplia sonrisa, cruzándose de brazos. —Dejá la broma, que no estoy para tus pendejadas, mi papá me mandó a averiguar en qué es qué te gastás la plata vos —¿El viejo?, o ¿tu santa madre? —cuestionó Joaquín— por cierto, le das saludos de mi parte. —Mi mamá no necesita nada de vos. —Levantó el tono de la voz Carlos, tensando la mandíbula—. Después de lo que le hiciste