Santiago la tomó de las manos inclinó su rostro para quedar muy cerca del de ella, entonces Alba, sintió un temblor recorrerle la piel. —Tú me ocultaste que estabas embarazada. Yo no soy un brujo para haber adivinado. No me puedes juzgar por eso. No es justo —reclamó Santiago, mirándola directo a los ojos, volviendo a tenerla tan cerca, pudiendo escuchar su respiración agitada. Observó los delicados y temblorosos labios de Alba, su mirada triste, ansió tanto poder abrazarla, besarla, suplicar por su perdón, pero ella como una fiera se soltó con todas sus fuerzas del agarre de él, se alejó de su lado porque a pesar de los años, y del odio que ella decía sentir la presencia de él la perturbaba. —Claro, la justicia solo sirve para los millonarios como tú — bufó. —¿Y lo que yo he vivido? —cu