El rostro de Eliana se desencajó por completo. —¿¡Te volviste loco!? ¿¡A una semana de la boda!? —cuestionó presionando sus labios con fuerza—. No, Santiago Vidal, tú no puedes suspender el matrimonio, no lo acepto. —Sollozó llevándose las manos temblorosas al rostro, dejó caer su cuerpo sobre el piso del departamento. Santiago en ese momento pasó la saliva con dificultad. Se sentía un miserable, le había destrozado la vida a la mujer que amaba que era Alba, y ahora el llanto descontrolado de Eliana no lo soportaba, ella había estado a su lado durante todos estos años, pero no podía unir su vida a ella. —Eliana, yo no te amo, no puedo hacerte daño, tú te mereces a un hombre que te ame. —Todo por esa estúpida de Alba —bramó levantando su rostro. —¡Maldita zorra! ¡Ojalá se muera!— exclam