Santiago Vidal, observaba a través de los grandes ventanales de su imponente oficina como la lluvia caía con fuerza. Ese ruido ensordecedor lo atormentaba. Le recordaba esa fatídica noche en la que todo terminó cinco años atrás. Resopló con un sentimiento de congoja anidado en su pecho, con sus tristes ojos azules miró el agua golpear el vidrio, de la misma forma en que los recuerdos martillaban su corazón. Colocó sus manos sobre la cornisa, y suspiró. Divisó como una bruma de neblina cubría los grandes rascacielos, tornando el cielo gris, tal cual su vida se transformó desde aquel instante. De nuevo aquella sensación de soledad cubrió su corazón, los remordimientos, no lo dejaban en paz hace ya un largo tiempo, en especial en las tardes lluviosas que tanto le recordaban a ella. No c