La mañana siguiente (la primera mañana de regreso a la ciudad), los rayos de sol comenzaron a entrar al cuarto de Artemisa para poder darle los buenos días. La susodicha se estiró al notar que había algo que la estaba molestando a esas horas del día, por lo que frunció el ceño y comenzó a abrir sus ojos con mucho cuidado de no lastimarse. — Esto era lo que si extrañaba de vivir aquí — Murmuró con voz ronca mientras sonreía sin mostrar sus dientes ante el paisaje que sus ojos estaban observando — Tengo demasiado sueño — Bufó cansada y comenzó a acomodarse nuevamente para seguir durmiendo. A un paso de volver a dormirse por completo, Artemisa abrió sus ojos de par en par y negó con su cabeza al saber la hora que eran en esos momentos. Con mucha rapidez (y sin importarle los mareos y/