Todo comenzó con una boda, en una hermosa iglesia bajo vitrales coloridos y con múltiples invitados que felicitaron a la pareja, continúo con un beso casto, muy lejano a la romántica idea de un beso apasionado y culminó con un gran e inmenso pastel decorado en un bello jardín.
La vida matrimonial dio inicio al llegar el ocaso y trajo días soleados, nublados y lluviosos en una pequeña mansión cuyas paredes tenían filtraciones de agua y el aroma en el aire era de moho, y una noche, junto con una botella de vino barato y un vestido de segunda mano, la vida de la pareja dio un giro.
La muerte de un familiar trajo consigo una herencia, un título nobiliario, una villa y un viñedo, pero las buenas noticias terminaron y detrás de aquella noticia que llenó de júbilo a la familia, surgió una colosal y aterradora deuda.
El esposo inició un viaje y mientras, sin alguien que la orientara, la esposa absorbió el estrés y la ansiedad de una relación que no había visto la luz de su primer aniversario.
El invierno fue duro y seco, la tormenta arrasó todo a su paso trayendo una fuerte inundación que se llevó cualquier sentimiento hermoso y meses más tarde la rosa que el esposo dejó bajo la nieve, fue encontrada rodeada de maleza y espinas.
Tras los problemas vino un periodo de calma y los días volvieron a ser brillantes con un sol caluroso que iluminaba todas las habitaciones donde la esposa tejía afanosamente en espera de la luz que completaría su vida y le brindaría consuelo en las largas ausencias de su marido.
Pero los años siguieron pasando y los baúles se fueron llenando de prendas hermosamente tejidas que nadie usaba.
La esperanza se fue perdiendo hasta que un día, los baúles fueron lanzados al fuego y las flamas ardieron con fuerza llevándose consigo los sueños que tan dulcemente se habían tejido en su corazón, no en el estambre.
Y entonces, un día, ella llegó.
Con la luz de la primavera sobre sus ojos, al igual que una flor que misteriosamente quedó cubierta por un techo de las impertinencias del clima y floreció hermosamente, una joven de largo cabello castaño y ondulado con ojos claros, que por muchos años estuvo creciendo bajo un secreto que el esposo olvidó mencionar en el día de su matrimonio.
Y así, la mujer que no pudo ser madre, se convirtió en madrastra.
Tras la muerte de su madre, la joven ingresó a la villa tan duramente cuidada y rápidamente ocupó un lugar en los corazones de los sirvientes y familiares, la madrastra también la miró con cariño, lista para volcar todo ese amor del que estaba segura que era capaz de brindar, pero al escuchar las historias que involucraban a su esposo y la amante a la que jamás llegó a conocer, vio que no había lugar para ella en el corazón de su hijastra y desistió.
Sin un esposo y sin hijos los sueños cambiaron de dirección y se volcaron sobre aquello que podía controlar, las fiestas eran agradables, las amistades comprensivas y el licor relajante, en el mundo de los negocios a nadie le importaba que jamás hubiera podido albergar un hijo en su vientre en tanto tuviera dinero para gastar y un título antepuesto a su nombre, todas las puertas estarían abiertas y las botellas de licor llenas.
Para los demás, la mujer que se negó a cuidar de una hija ajena debía ser frívola, pero ella lo veía de otra forma, padre e hija eran tan felices juntos, hacía que los demás quisieran alejarse para no opacar esa felicidad y ella aceptó gustosa.
Los malos entendidos se fueron acumulando como piedras hasta formar un gran montículo y con el tiempo, la madrastra llegó a la conclusión de que, en su interior, no había amor.
Los años fueron amables con la hijastra cuya belleza fue heredada por su verdadera madre y no por la madrastra de apariencia simplona, pero cuando las deudas volvían a la mesa, el esposo era presto en recordar los votos matrimoniales.
Y pasó, que cierto día, un hombre pidió la mano de la hermosa joven que crecía en la villa y habló con la madrastra para pedirle su aceptación, ella lo juzgo un caballero y lo presentó con la mejor de las intenciones, pero el interior de aquel hombre adinerado era muy sombrío y tras descubrirlo, el esposo acusó a la madrastra de desearle un matrimonio tan horrible a su querida hija.
Otro mal entendido.
Todo lo que la madrastra hizo fue presentarlos, si la hija no quería casarse bastaba con decirlo, nadie dijo que presentar a dos personas era lo mismo que arrastrarlos a la corte nupcial, pero lo que ella dijera ya no importaba y le quedó claro que, en esa casa, ella estorbaba.
Los papeles de la obra ya habían sido repartidos y ella obtuvo el de una mujer calculadora y frívola, en sus momentos más nostálgicos le complacía saber que existían personas que creían en ella y amigas que respondían cuando sus días eran demasiado grises porque entre más fuerte soplara el viento, con más fuerza ella resistía.
Después de todo, el amor no existía.
Por desgracia, no todos los problemas podían ser resueltos con dinero y desde un pasado que el esposo creyó haber dejado atrás, apareció una sombra, un recordatorio y un destino, todo enmarcado en la mirada de un hombre que clamaba por venganza disfrazada de justicia con una pistola en la mano.
Una bala, una vida.
De la destrucción que siguió a ese evento varias manos emergieron en rescate de la hijastra, de la misma forma en que siempre había una mano sosteniendo su sombrilla para que no se mojara, o alguien que tomaba la copa en su lugar para protegerla de la influencia de algo tan maravilloso como el alcohol, así fue, como ella logró salir de la oscuridad y caminar hacia la luz.
Pero era diferente para la madrastra, ella fue tachada de asesina y nadie creyó en su inocencia.
Una vieja amistad le ofreció su ayuda y la madrastra logró escapar de la prisión, pero no del juicio de los cielos porque mientras huía, el carruaje quedó atrapado por la marea alta, difícilmente ella logró salir y sus piernas se hundieron en el lodo, miró a su derecha y gritó por ayuda al conductor que no dudó en salir corriendo y la dejó atrás, y entonces, bajo las patas de un caballo que buscaba liberarse, su esperanza de vida fue miserablemente aplastada.
– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
– Señorita.
– No, no.
– Señorita, despierte.
– ¡Elena!
Sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas y todo lo que veía era las patas del caballo aplastándola y hundiéndola en el lodo.
– Cariño.
– ¡Mamá! – entre lágrimas reconoció a su madre y la abrazó.
Julieta Gibson soltó un largo suspiro y le indicó a la servidumbre que se marchara, solo entonces se sentó sobre la cama y acarició la espalda de su hija – tranquila mi amor, fue una pesadilla, ya pasó.
¡Una pesadilla!
Elena sintió que estuvo atrapada en ese sueño quince años y no podía detener las lágrimas, pero…
¿De verdad fue una pesadilla?
De principio a fin, la mujer a la que llamaron ¡madrastra!, siempre fue ella y el hombre al que llamó, ¡esposo!, era el hombre que el día anterior pidió su mano en matrimonio.
Todo lo que vio, se sintió tan real que la hizo llorar amargamente mientras abrazaba a su madre.
*****
Tenía los ojos enrojecidos, pesadas ojeras y una tez que solo podía ser descrita con una palabra.
– Te vez horrible – le dijo Megan, su hermana de doce años.
Elena se mordió el labio, sabía que se veía mal, tenía ojos y un espejo, pero no quería escucharlo.
– Tal vez si apagamos todas las luces de la habitación el señor Johansen no se dé cuenta – agregó Ivon de catorce.
Elena siguió dando toques con la base para cubrir todas las imperfecciones y giró – ¿cómo me veo?
Ambas hermanas retrocedieron ligeramente y no respondieron.
– Le diré a la tía que cambiaremos la fecha de la reunión – dijo Ivon al levantarse – sí te ve así, cancelará la boda.
Elena volvió a mirarse en el espejo y se limpió el rostro, estaba más tranquila, pero el sueño seguía presionando sus parpados y cada vez que cerraba los ojos se veía casada, olvidada y acorralada.
– Estarás bien – le dijo Megan – al señor Johansen le gustas, ¿quién sabe por qué?, ¡tal vez es ciego!, o tiene malos gustos.
Había otra explicación, Cristián Johansen, tenía una amante y una hija en una villa del norte y lo que buscaba era contraer matrimonio para heredar el título de su tío el conde de Varem.
O tal vez, su mente se atrofió debido a la fiebre después de caer al lago y todo estaba en su imaginación.
– Malas noticias – dijo Ivon al mirar por la ventana – la abuela llegó.
Elena se levantó de golpe – no es cierto, no lo sabe, ¿cierto? – miró a sus hermanas y se lanzó sobre la cama para golpear la almohada – ¿por qué le dijeron?
Ivon miró a Megan y ella negó con la cabeza.
– Y viene con la tía Chloe – completó Ivon y puso la mano sobre el hombro de Elena – ánimo.
Elena soltó un gemido de dolor, lo último que quería era escuchar los comentarios prejuiciosos de la tía Chloe y de paso decepcionar a su abuela – vengan conmigo – se aferró a la mano de Ivon – ¡apoyo de hermanas!
– Tengo clases de piano.
– Fuiste ayer.
– Y soy terrible, el profesor dijo que tengo que ir más días, Megan me va a acompañar, te queremos mucho – le lanzó un beso y salió corriendo de la habitación.
– Me lo deben por todas las veces que fueron a mi casa para dejar a sus hijos.
Sus hermanas intercambiaron miradas en el pasillo tras escuchar eso y rieron.
– ¡Enloqueció!
Elena quiso golpear su cabeza contra algo muy duro, pero no evitó estar veinte minutos después en la sala de la familia con su madre, su abuela y su tía.
– Como te dije en la mañana – comenzó su madre – si cambiaste de opinión respecto a tu matrimonio, tienes dudas o una causa justificable, consideraremos aplazar la boda.
– Lo cual afectará a tus hermanas – interrumpió su abuela.
– Y a tus primas – completó su tía.
– Como decía – continúo Julieta – si estás teniendo dudas, lo mejor es esperar, pero sí me dices que vas a cancelar tu matrimonio por una pesadilla, ¡hija!, ¡ayúdame a entender lo que te está pasando!
Elena quiso responder con un, ¡se sintió tan real!, pero sabía que nadie le creería.
– Yo también tuve un sueño extraño anoche – dijo su abuela Karina Carter y Julieta volteó a verla.
– Mamá, ahora no.
– Déjame terminar, estaba en la cama y me levanté para ir a tomar agua – se aclaró la garganta para no decir que se levantaba tres veces para ir al baño – caminé por el pasillo y de repente toda la casa era diferente, había pinturas raras, alfombras, ¡con este clima!, todo era tan extraño, afuera había personas caminando como si estuviéramos en la ciudad – se persigno – y todos hablaban un idioma raro, entonces lo supe, ¡era un sueño!, volví a la cama, me recosté y al despertar la duda apareció de pronto, ¿volví a la casa correcta? – bufó – ¿pueden creerlo?
Elena miró el suelo.
– Los sueños están llenos de sinsentido – dijo la tía Chloe.
– Tiene una amante – soltó Elena sin poder evitarlo – se llama Amelia Lawrence, vive en una villa en el norte y una hija, Erika y ahora debe tener – hizo cuentas – tres años.
La mirada de Julieta cambió – ¿quién te lo dijo?
– ¿Importa?
Julieta se levantó – Leticia, ¿dónde está Sam? – preguntó por su esposo Samuel Hamilton.
– Atendiendo un parto en el granero.
– Tenemos una crisis aquí y él está trayendo más cerdos al mundo, quédate aquí, le contaré a tu padre, él lo investigará.
– ¡No nos apresuremos! – insistió la tía Chloe.
– Tú no te apresures, yo arreglaré esto – insistió Julieta.
Elena permaneció sobre la silla hasta que su tía se sentó a su lado y le acarició el cabello – no quisiera que te equivocaras, eres demasiado simple, has estado en todas las fiestas de la temporada y el señor Johansen fue el único que se interesó en ti, hija, no me lo tomes a mal, pero no hay una fila de hombres esperando por ti y ya no eres tan joven, no dejes pasar la oportunidad por un sueño absurdo.
Las manos de Elena se apretaron.
– El señor Johansen recién envió el diseño de los arreglos, mira – le mostró un dibujo – ¡tan detallista!
Elena no necesitaba mirar, conocía cada detalle, era igual a sus sueños.