La carreta dejó a Alex sin una sola defensa contra el aire frío de la madruga a excepción de sus piernas que estaban cubiertas por una manta.
Aunque un poco de frío jamás fue un problema, permaneció con el cuerpo extendido mirando el cielo sin nubes que en esa noche en particular estaba cubierto de estrellas y le dieron una hermosa vista.
A medida que pasaban los minutos sus ojos se fueron cerrando y las estrellas parecían ser la última imagen que vería ese día, la carreta se detuvo de golpe arrastrándolo de regreso de lo que parecía ser un sueño muy profundo y sintió que se caía.
Las personas a su alrededor corrían, muchos cargaban cubetas o mantas y siguiendo la dirección que tomaron, Alex descubrió una gran columna de humo y la ceniza que caía como nieve.
La antigua casa de los Ande
