Estaba escrito en piedra, más allá de cualquier sueño o manuscrito que Elena Hamilton sería la madrastra malvada y Erika Duncan, la niña inocente y traumatizada.
No había espacio para dudas y Elena decidió ya no luchar contra el destino – necesitas comer, sí lo que quieres es vengarte o reclamar lo que piensas que te pertenece.
– Él no te quiere – lloró Erika y movió su brazo sintiendo una punzada que tuvo que ignorar – me dijo que estaba agradecido conmigo por traerlo a la villa, te tolera porque piensa que perderá su trabajo sí no hace lo que le pides, te aprovechaste de él.
Elena soltó un bufido y golpeó la bandeja con las puntas de los dedos deseando explicarle a Erika cuán frágil era Alex o lo abusado que se sentía cuando estaba con ella, pero no pudo ser tan injusta con la joven q
