Capítulo 3: Un trabajo no vale la pena si destruye tu vida personal

3177 Words
Mi rutina de trabajo de no incluir vuelos privados imprevistos para acompañar al cuervo a negociaciones internacionales, era bastante lineal.  Después de la intrusión a su nido, nos dirigíamos al auto para ir a la empresa, no en el A-Class Saloon  con el que Julio me buscaba, sino con el S-Class Maybach. Ya para ese entonces, rondando las 6:40 AM, porque Aidan desayunaba siempre en su habitación, estábamos encaminados a Byrne Holdings Co. Conmigo dándole un resumen de su correspondencia y agenda. Además de nuestro amo y señor, Julio y mi persona, para esa hora había entrado en servicio Antonio. Antonio era uno de los guardaespaldas de Aidan. En la rutina diaria de casa – oficina solo requería de un guardaespaldas. Otros ambientes requerían de un mayor personal, pero este no era el caso. Antonio llevaba un par de años trabajando para el cuervo, rondaba los 40 y era el jefe de guardaespaldas. Simpático, y esto podrá sonar ridículo, pero lo cierto es que la mayoría de los empleados del cuervo eran simpáticos. En otras palabras lo opuesto a él, lo que me hacía pensar que buscaba un perfil de personalidad bien definida. Era un maestro de la manipulación y la tortura psicológica. Al llegar a la sede era un bucle infinito de papeleo, reuniones con inversionistas, más papeleo, reunión con el personal interno, almuerzo dentro de las instalaciones de la empresa, seguido de más trámites y regaños. Escuchar los regaños del cuervo era tan común como usar los pulmones para respirar. Todos los empleados estábamos acostumbrados a ello, porque quienes trabajábamos al lado de Aidan Bryrne sabíamos a la perfección la importancia que tenía en Byrne Holdings Co. Para explicar la procedencia de esa casa, todos estos empleados y su actitud de malcriado riquillo, hay que comprender la magnitud de la empresa de la que era uno de los directores. Byrne Holdings Co. era una compañía aseguradora encargada de la venta de productos como seguros de vida, pensiones, anualidades y demás. Tenía alrededor de 2 mil empleados y un aproximado de 7 billones de dólares en ingresos. Además la empresa se encargó de adquirir otras empresas más pequeñas por lo que había relación con negocios en los sectores de la finanza, construcción y tecnología. Y aquí es donde entra mi némesis Aidan Bryrne, que no era solo uno de esos jefes que pueden ser despedidos al cometer equivocaciones. No. Aidan era el bisnieto del fundador el señor Aidan Bryrne, he allí su nombre. También he allí que con apenas 33 tiernos años haya alcanzado el puesto de Director Gerente, Jefe de Finanzas y Economía. Técnicamente solo tiene por encima de él a su tío materno, el señor Armando Bryrne que es el Director Ejecutivo. Si bien la empresa está manejada por el nepotismo puro o por lo menos en su rama principal, debo mencionar que de todos los pesos pesados de la empresa el señor Armando y el cuervo son de lo mejorcito. Y con eso lo digo todo. Porque como toda familia millonaria, de acuerdo a lo que he podido observar en estos cinco años, los escándalos y turbiedad son el ingrediente infaltable. Los Bryrne han estado involucrados en toda clase de chismes, desde corrupción hasta uso de prostitución. Aun así Aidan que no era santo de mi devoción, no parecía estar involucrado en alguno de estos negocios. No era ceguera selectiva. Yo manejaba su vida prácticamente y aquí es donde entra mi papel. ¿Quién diablos era yo en este esquema? Pues Elle Fernández era oficialmente la asistente personal del señor Aidan, pero mis asignaciones iban mucho más allá de las de una asistente. Comenzando desde la confianza que me daba a entrar en su casa incluso en su habitación para algo tan ridículo como hacer su corbata; hasta organizar su agenda personal y analizar las propuestas de acuerdo a los estándares que me indicase. Estaba calificada para ello, puesto que me había graduado de economista. ¿Qué hace una economista siendo una asistente personal de 12 horas de trabajo y algunas veces más? Como todo en la vida, yo estaba allí por el cochino dinero. Porque Aidan podía ser déspota, odioso y caprichoso, pero nadie podía negar que pagaba justamente. Yo ganaba alrededor de los 300 mil dólares al año sin restar impuestos. Tomando en cuenta que un economista podría ganar menos de la mitad de ese sueldo ¿qué importaba ser catalogada como asistente? No obstante, me hacía muchas preguntas constantemente en relación al dinero. ¿Si yo ganaba tanto dinero dónde estaba ese dinero? ¿Por qué no era capaz de renunciar? Para iniciar con mi defensa, no comencé ganando 300 mil al año, lo hice con 20 mil el primero; con 50 mil el segundo; con 100 mil el tercero; con 200 mil el cuarto y este quinto año los 300 mil. Además Aidan me dijo que si seguía escogiéndole bien el color de las corbatas me podría quedar en ese monto. Entonces si sumaba todo ese dinero daría la suma de 670 mil dólares. Si resto los gastos de mi vida, como mujer soltera, sin hijos, viviendo en un departamento cerca de la casa del cuervo, a petición del mismo, el cual la empresa pagaba… ¿no debería tener suficiente ya como para dejarlo? Pero la respuesta era no. Porque ese dinero al final de cuentas no era tanto si lo usaste para pagar cuentas. Las deudas hospitalarias del cáncer de tu madre que solo fueron creciendo como bola de nieve; las deudas hospitalarias de tu padre que murió de un infarto; costear una carrera como la de medicina por ya cinco años con intereses para tu hermano. Y la última joya que me soltaron, mi hermana de 22 años estaba embarazadísima, daría a luz en cualquier momento. Lo de mi hermano es entendible porque me lo debería dar en retroactivo cuando sea cirujano plástico, yo no me quejo de Michel, es inteligente y aplicado. Soy una madre orgullosa de él. Pero por otra parte, Carol, ay Carol. El novio de Carol llevaba un año desempleado, un año. Ella decía que estudiaba educación pero yo no le creía para nada, tampoco trabajaba. Yo les ayudaba económicamente, y con todo y eso… embarazados. Los iba a matar, iba a vaciar toda mi rabia en el cuervo en ellos, porque aunque sea el cuervo me pagaba bien, ellos no, con ingratitud me pagaban. Por lo que sumadas todas estas condiciones, que fuese una dependiente de este sueldo era obvia. Con todo y eso algunos días quería renunciar porque no soportaba trabajar casi todas las semanas sus 7 días; tampoco lo hacia el no haber tenido vacaciones propias desde hace 3 años y mucho menos la actitud del cuervo. Así como algunas veces quería renunciar y botarlo todo por borda, me preguntaba por qué él era así. Puede que supiese su agenda personal, dónde estaba casi siempre o con quien estaba, ermitaño absoluto, pero eso no me daba llave de acceso a su cerebro. Y dentro de mí había una pequeña muy pequeña dosis de compasión por ese hombre, porque sabía que la gente no era amargada porque sí, no rechazaba el contacto social porque sí. Además con esa familia con ese historial, cada vez estaba más convencida de que el diablo debió robar la infancia de ese hombre. ……. Puede que este día haya sido complicado por las lágrimas no soltadas por la partida de José, quien me bloqueo de todas partes cabe destacar; también puede que haya sido un mal día porque había dormido dos horas en total. Pero la buena noticia es que las 5:00 PM estaban a punto de llegar. Y oficialmente mi jornada que inicia desde la búsqueda de Julio a las 5:00 AM, 12 horas, está por finalizar. No siempre salgo a las 5:00 PM, algunas veces debo acompañar al cuervo a algún coctel, o si necesita irse del país por trabajo debo acompañarlo. Sin embargo, este día ya finalizará y podré descansar en mi departamento por fin. Por eso una sonrisa sincera, no una de las falsas que uso con él, nace en mi rostro. Esta era mi hora favorita del día. El sitio donde trabajo en Byrne Holdings Co. es el quinto piso, el cual es una gran oficina abierta, bien iluminada, diseño vanguardista precioso eso sí, pero que carece de privacidad absoluta. Todos nos miramos con todos, la única pizca de independencia que tengo es un escritorio tipo isla, sin divisiones, compartido con Aquiles y Andrés. Ambos llevan un año trabajando en el piso del cuervo, y recuerdo a la perfección sus lágrimas por la actitud de porquería de Aidan con los nuevos. Era exigente y una máquina de trabajo, por eso creía que todos debían rendir lo mismo que él. Pero ojalá los jefes, en especial los millonetas, supiesen que ninguno aquí tenía un Mercedes o una casa de más de 12 millones de dólares, siendo recatada con la suma. Quizás cualquiera se motivaría a imitar su adicción al trabajo si fuese así de buena gana. —¿Tan sonriente Elle? ¿Es que hoy te liberará el cuervo a una hora decente? – me pregunta Andrés sentado a mi frente. Él tiene mi edad. —Debería. Y lo espero porque sinceramente ese viaje que se sacó a Toronto de la nada ayer, me dejó hecha nada – digo con algo de tristeza. A los que Andrés se me queda viendo con detenimiento. Duda en preguntar pero va a la carga. —No quisiera entrometerme en tus asuntos personales Elle, pero… te ves muy cansada el día de hoy. Más de lo usual. Y si de por sí ya todos estamos cansados, es un muy mal indicio. ¿Te puedo ayudar en algo? – me cuestiona con suavidad. Allí otra demostración de que el cuervo contrataba a gente de buen carácter. Andrés era un compañero de trabajo considerado, la otra vez cuando me enferme de gripe me llevo pastillas de vitamina C o cuando tenía dolores menstruales se sacaba Ibuprofeno del bolsillo. Además sus ojos marrones, y su cabello castaño (si yo no me lo tiñese) como los míos me hace sentir en confianza. No le había dicho a nadie que rompí con José, no tenía a quien contárselo aparte de mis hermanos porque no tenía amigos. Todos se habían molestado conmigo o alejado de mí por dejarlos plantados o no comunicarme. —Bueno Andrés – dejo de ver mi computadora para jugar con un lápiz que tengo cerca – es que terminé ayer con mi novio. —¿Con el de 11 meses y no sé cuántos días? – me pregunta asombrado sin creérselo – pero si planeaste pedir tus inalcanzables vacaciones para irse juntos de viaje de aniversario. ¿Quién no quiere eso con alguien con tu sueldo siendo él profesor? Me rio ante su ocurrencia y desearía comenzar a explicarle que el dinero es necesario en mi vida pero por otra parte estoy cansada de todo esto. Quisiera un trabajo normal. Pero, un grito desde la única oficina privada del piso, la del cuervo, retumba por todo el sitio. Nadie en los escritorios alrededor se inmuta, más que con algunos ojos en blanco o risas. Y seguido un Aquiles llorando se sienta a mi lado, en su puesto. Yo cansada saco los pañuelos desechables de la caja de emergencia y se los ofrezco. Aquí vamos otra vez. —Voy a renunciar, ya no lo soporto más. Lo juro – toma algunos pañuelos y se sopla la nariz. Yo arrimo la silla a donde está, Andrés se levanta a donde estamos los dos, y se afinca del escritorio. —¿Qué te hizo ahora Aquiles? – le cuestiono con delicadeza. —Calcule mal los intereses de una de las estimaciones de ganancia en el paquete de 100 seguros de Electrónicos Ford – explica sollozando Aquiles. —¿Fue muy grande el error? ¿No te había aprobado ya casi las 80 pólizas? – agrega Andrés. —10 – solloza bajo tapándose los ojos Aquiles. —¿Fallaste en 10 pólizas Aquiles? – se preocupa Andrés. —No hay forma de que te hayas equivocado en diez pólizas, ese grito no fue de despido – digo. —¿Y entonces Aquiles? Para de llorar y dinos – agrega Andrés. —10 … 10 dólares en la de Sara López  – sus sollozos se han calmado y nuestra incredulidad aumentado – Le pedí disculpas, porque no fue mi intención, en el tecleado debí omitir un 1. Pero me grito, me dijo que era un incompetente, que si todos perdiéramos 10 dólares y no le prestáramos atención perderíamos miles de dólares. Y de paso critico mi corbata. Dijo que era fea. —Es que muy bonita tampoco lo es ¿quién te la escogió tu mamá? – bromea Andrés pero hace llorar otra vez a Aquiles. Andrés trata de consolar a Aquiles que está muy sensible y yo no puedo evitar suspirar. Me va a llamar, sé que lo hará. —Fernández  – un grito potente y estable del cuervo es mi llamado al combate. Por lo que acostumbrada me levanto, tomo mi celular el cual no he dejado de supervisar por si José aparece, y me dirijo a la oficina de Aidan. De camino puedo oír algunos susurros a mis espaldas, motivo por el que volteo para encontrarme a Andrés y como 5 compañeros más haciéndome gestos de “¡fuerza!”. Contengo mi sonrisa, adapto mi expresión serena y entro en la oficina. La oficina del cuervo no se parece a su nido que es sumamente oscuro como su aura, sino que esta es más luminosa, muchos colores cremas y cristal. En definitiva él no se molestó en personalizarla a sus gustos. El susodicho se encuentra en su escritorio analizando algunos papeles en su escritorio lleno de papeles, me acerco al mismo y me quedo de pie frente a él. —Me llamaba señor Bryrne. El señor Bryrne ni se molesta en mirarme y lanza los papeles al escritorio fastidiado. —Necesito que te quedes conmigo hasta las 7:00 PM Elle. Parece que nadie aprendió a usar calculadoras en primaria – me contesta observando su computadora. —No creo que pueda quedarme hasta esa hora señor – le respondo cansada. Es cuando me mira. —No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando – me devuelve con una sonrisa tétrica. —Y yo no se lo estoy solicitando, se lo estoy informando – le bateo con otra sonrisa. —¿Es que ahora tengo que consultarte con premeditación el tiempo que compro de ti Fernández? – el cuervo es toda sonrisa satánica. —Le recuerdo que usted no compra mi tiempo señor, paga por mis conocimientos y servicios, soy su empleada. Y los empleados tienen horarios de trabajo – otra sonrisa. —Horarios de trabajo que pueden ser extendidos cuando se cancelan horas extras por sus servicios ¿Bryrne Holdings Co. se ha retrasado en tus pagos? ¿Bryrne Holdings Co. no sabe calcular tus pagos? Te aseguro que sí, la nómina no es controlada por Aquiles. Dios, soy yo otra vez, dame paciencia. Por favor. —No es una cuestión de dinero señor, con todo el respeto que … – que no se merece – que se merece, estoy agotada física y mentalmente de esta jornada de trabajo. Ayer sin previo aviso me pidió que le acompañase a otro país, ida y vuelta. Nos despedimos a las 10:00 PM, y ya casi a las 5:00 AM iba a su casa señor. ¿Es mucho de mi parte pedirle consideración este día en particular? El cuervo se me queda mirando analítico en una sonrisa perenne. Se queda así por muchos segundos, solo mirándome, lo está haciendo a propósito para que me rompa. Pero no me hará llorar nunca en mi vida. Primero lo hago llorar yo a él. —Sí. Es mucho. Las 7:00 PM. Dije – asegura con tranquilidad en su maldita sonrisa y se recuesta de su asiento satisfecho. Mi rostro vuelve a tomar una sonrisa forzada que está a dos milisegundos de romperse, romperse y decirle lo gran hijo de puta que es por primera vez estos cinco años. Pero, una llamada de mi celular me desconcentra. Observo la pantalla y es Carol. —Con permiso jefe – pido. —Solo el propio, no el mío – susurra enfocándose en su computadora. Ignoro como si no hubiese escuchado su comentario venenoso y me aparto a atender la llamada. —¿Qué ocurre Carol? – mi tono es bajo y doy la espalda al cuervo. —Va a nacer hermana. Va a nacer – me puede contestar Carol entre quejidos de dolor. Me alarmo. —¿Dónde estás? ¿Con quién estás? – respondo preocupada. —En la clínica hermana. Sola, no sé dónde está Nick – está llorando ahora – hermana por favor no me dejes sola. —Tranquila, tranquila, voy para allá. Calma todo saldrá bien. Cuelgo y tomo el valor que nunca he tenido en estos años para hablar con el maldito de AIdan. Me impongo. —Señor, mi hermana está en proceso de parto. Es imperativo que yo esté con ella. Ya son las 5:00 PM recalco, mi hora de salida oficial. Me retiraré y- —¿Embarazaste a tu hermana? – me comenta con naturalidad. —¿Disculpe? – digo desconcertada y él alza una ceja – No señor, es imposible biológicamente, somos dos mujeres. —¿Entonces por qué deberías ir corriendo a su lado cuando eso es tarea de quien le embarazo? —Porque es mi familia señor. Es mi responsabilidad – ya no tengo ganas de sonreír. Estoy muy molesta. —No es tu responsabilidad. Una tía no puede pedir beneficios como bonos o ausencias maternales o paternales. Una tía es una tía. Y tú Elle Fernández, mi empleada, te necesito. No te irás – sentencia con seguridad – busca tu laptop y regresa para terminar este encargo pronto. Te marchas después. Ya el cuervo me dejó de mirar y espera que haga lo que me pida. Siempre hago lo que me pide. Puede que le haga uno que otro comentario provocativo, pero termino haciendo lo que quiere. Quizás sea por eso que me ha conservado a su lado porque lo divierto pero al final él sabe que él siempre ganará. Pero me cansé. Perdí a José, no perderé el nacimiento de mi sobrino, ni dejaré sola a mi hermana. Mi madre no me lo perdonaría. —No. —¿Qué dijiste? – me ve con sospecha. —Voy con mi hermana. Mi horario laboral ya terminó – digo yendo a la puerta con rapidez. —Si sales por esa puerta, no vuelvas Fernández. Su voz retumba en mis oídos y volteo a verlo, está allí tan imperturbable, tan frio, tan hijo de perra como siempre. —Cumpliré con su deseo señor Bryrne. Y me voy dejándolo por fin con una expresión de sorpresa.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD