La mañana del lunes transcurría con normalidad. Estaba haciendo proyecciones cuando una caja pequeña de chocolates apareció a mi lado. Al alzar la vista pude ver que quien la coloco allí fue Andrés. Me estaba viendo con una sonrisa, y aprovecho para sentarse en la silla desocupada a mi lado, la de Aquiles que estaba en el baño. —¿Esto es para mí? – cuestiono divertida. —¿Qué te dice que te la haya puesto al lado? – me sonríe. —¿A qué se debe tanta consideración? – pregunta abriendo la caja, los tres bombones se ven deliciosos. —A tu poder mágico. Ya va más de una semana que el graznido del cuervo no llena este espacio – me pica un ojo. —Está enfermo Andrés, no tuve nada que ver allí – digo comiendo uno de los bombones, le ofrezco otro a él – ¿quieres? —Ya que insistes – y come uno de