—¡Qué le pasa a tu jefe Ramón! ¡se volvió loco! ¡o el maligno lo volvió a poseer! – grito muy molesta a lo que Ramón se limpia un oído divertido. —Querida el maligno nunca lo abandonó, solo que las almas puras como la tuya son fácilmente engañadas. —¿Fácilmente? No fue fácilmente créeme – le digo calmándome y entregando los contratos que saco de mi maletín. —Oye Elle cálmate, este periodo de amor y paz tenía que acabar en lo que se sintiese mejor de ya sabes qué. ¿Ya sabes qué? Yo sí sé qué pero… ¿ellos sabrán? En este tiempo me había olvidado de la confesión de Aidan. La terapia con el doctor, que suponía lo veía por las mañanas, estaba haciendo efecto, pero tenía dudas acerca de hasta qué punto podría superar su fobia hacia las mujeres. Aunque la curiosidad me matase, eso no era de