El teléfono de Carolina sonó como hacía mucho tiempo no pasaba, soltó el cucharón de la cena para darle respuesta a la llamada, se trataba de un número desconocido.
—¿Hola?
—¿Señorita Carolina Solano? —Preguntó una mujer al otro lado del teléfono
—Sí, ella habla, ¿Con quién? —Lejos estaba de imaginarse de dónde provenía la llamada
—Le hablamos de Farmacéuticas Sullivan, vimos su hoja de vida y nos interesa su perfil ¿Podría venir a una entrevista? —Carolina abrió los ojos con sorpresa, y tragó entero.
—¡Sí! Claro ¿Cuándo?
—Esta misma tarde a las 4, por favor excelente presentación personal, y puntualidad, ya le envío los datos por mensaje de texto para que llegue.
Carolina se atragantó con la sorpresa, y miró su reloj de pared, era la una de la tarde.
—Muy bien, allá estaré. —Se quedó mirando el teléfono sorprendida, Farmacéuticas Sullivan, ¿Sería coincidencia? ¿Eithan estaría allí? Eso no lo sabía, solamente estaba segura de que debía asistir a la entrevista, tal vez era una buena oportunidad de trabajo, su madre estaba agotada y ella con su depresión no aportaba más que gastos en su casa.
Al abrir su armario se dio cuenta que no tenía nada de ropa formal, su economía había llegado al declive más grande, que estaba atravesando los límites de la pobreza y no se había enterado.
Tomó un pantalón oscuro y un camisón que ya estaban pasados de moda, y unos zapatos abiertos, era lo que más se acercaba a lo formal, soltó su cabello y lo semi onduló, aplicó un maquillaje suave y sus labios rosados, bastante sencilla para la ocasión.
Salió corriendo con dos horas de anticipación y por desgracia el tráfico estaba estresante, el autobús hizo mil paradas y el olor de las otras personas se impregnó en sus ropas, después de un trágico paseo hasta el sitio de la entrevista, se hizo el último arreglo.
Y allí estaba Carolina, con las mejillas sonrojadas, el corazón acelerado y unas cuantas perlas de sudor en la frente. Delante de ella, un gran letrero en letras plateadas: FARMACÉUTICAS SULLIVAN, un precioso y moderno edificio de color gris, con grandes ventanales.
Se giró y se encontró con su reflejo en una de las grandes puertas y no iba nada acorde a lo que reflejaba la compañía.
“¡Que desastre!” Se lamentó. Pero, sin más opción, siguió adelante, sacó su teléfono para saber más exactamente a dónde debía dirigirse, iba subiendo los grandes escalones, cuando su pie trastabilló para caer de rodillas sobre el piso.
“¡Mierda!” maldijo, su pantalón se rompió al rozar con el duro cemento, su desdicha vino después cuando levanto la cara, sus ojos se chocaron con unas largas piernas, subió la mirada lentamente y se encontró con el rostro de Layla.
—¡Tenga más cuidado señora! ¿Acaso no se está dando cuenta por donde camina? —Layla la miró de arriba debajo de una forma tan despectiva, que no hizo falta más de una palabra para acabar de someterla a otra humillación.
Carolina, como pudo se levantó, apenas lo hizo, sintió como su rodilla estaba caliente y escurría un líquido que posiblemente era sangre, suspiró adolorida, y miró a Layla.
—¿No me recuerda? —le preguntó ingenua
Layla de nuevo la miró con repudio, y movió su oscuro pelo perfecto.
—¡Por supuesto que no! Y aléjese de mí, no quiero quedar oliendo a pobre, que asco.
Carolina quiso desfallecer con sus palabras, pero que más daba las casualidades del destino eran así, se sacudió su pantalón y cuando ya estaba lista a proseguir su camino, una gruesa voz masculina la detuvo en su objetivo
—¿Carolina? — Ella apretó los ojos incrédula
“¡Esto no me puede pasar a mí!” Susurró, se giró y se encontró con la majestuosidad de hombre en persona, nada más ni nada menos que Eithan Sullivan hecho perfección.
—¡Señor Sullivan! —Dijo en un hilo de voz
Layla infló las mejillas y sus ojos se pusieron vidriosos.
—¿Conoces a esta pordiosera?
Eithan sintió como algo en su interior se arrugó con las palabras de su prometida, le dio una sola mala mirada y le reclamó.
—Ten más respeto con ella por favor, fue la mujer que nos encontramos en el puente.
—¡¿Qué?! La mujer por la que me dejaste esa noche, ¿Es ella? —De nuevo Layla se giró y la miró con enojo, se acercó a Carolina y le dio un solo empujón —¡Mugrosa! ¿A qué has venido? ¿A pedirle dinero a mi prometido?
Carolina se quedó sin palabras, apenas su rostro palideció, en medio de todo lo que rondaba en su cabeza, ni siquiera tuvo la oportunidad de responderle a Layla como se lo merecía.
—Señora, yo… yo…
—¿Tu qué? — Layla la gritó
Eithan, incrédulo por lo que estaba viendo, tomó a su prometida del brazo, la corrió hacia un lado, y también la miró con enojo, sus pupilas estaban dilatados producto de la ira y su voz más grave.
—¡Escúchame bien, Layla! Otro espectáculo de estos, y te juro que contigo no vuelvo a salir ni a la puta esquina ¿Entendiste?
—¿La estás defendiendo? —Reprochó ella con voz chillona
—Es que no hay una sola razón para que le faltes al respeto, ahora, sube a mi oficina y hablamos allí.
—¡¡Ah no!! Nos vamos los dos Eithan Sullivan , o te juro que…
—¿O me juras qué Layla? —Una inminente furia invadió al CEO, era como si le hubieran dado una bofetada, la mujer con la que estaba compartiendo su vida, se estaba convirtiendo en un verdadero problema.
Y entonces, fue ahí que Layla comenzó con su don más prodigioso, la manipulación.
—¡¿Me estás gritando?! —Sollozó —A mi que soy tu prometida —la mujer dejó escapar dos lágrimas e hizo un rostro de tragedia, se llevó la mano al pecho y comenzó con el espectáculo.
—Layla, por favor —Eithan se apretó el entrecejo avergonzado, pues todos los que pasaban empezaron a mirarlos, y no era para menos, la mujer empezó a llorar desconsolada y a manotear discutiendo.
Carolina miró su reloj y faltaban tan solo diez minutos para su entrevista, aprovechando el despiste de la pelea de los dos elegantes millonarios, pasó por un lado de ellos, y así como estaba, se fue a cumplir con su cometido.
Cuando cruzó el umbral de la puerta del edificio, se quedó perpleja, pues la elegancia y la grandeza del lugar, deslumbraban a cualquiera, miró a su alrededor, y todo estaba brillante, desde el techo, hasta los finos muebles en cuero que servían como sala de espera.
Se fue hacia la recepcionista. Una rubia perfecta que parecía una modelo sacada de revista, en su cabeza llevaba puesta una diadema, y ágilmente respondía varias llamadas al mismo tiempo.
—Un momento, bienvenido a Sullivan, ya lo comunico
—Señorita... —Carolina trató de hablarle, pero la rubia, apenas le mostraba la mano y con sus ojos le hacía un gesto para que esperara, ya estaba entrando en desespero, faltaban apenas tres minutos para las cuatro y el tema de la puntualidad se venía al suelo.
Eran las cuatro en punto, hasta que la recepcionista por fin le dio cara.
—Si, donaciones de medicinas son en el sótano —La rubia soltó sin cuestionar nada y de nuevo tomó el telefono
—¡No! Señorita vengo a una entrevista de trabajo —la mujer la ignoró—Señorita ¡Escúcheme por favor!
La rubia levantó la cara, la miró de arriba abajo y extrañada frunció el ceño.
—¿Entrevista? ¿Usted? Dígame su nombre
—Carolina Solano —respondió resignada
La mujer verificó en su base de datos y sorprendida porque efectivamente estaba citada, tomó un papel y anotó los datos de donde sería entrevistada
—Allí la están esperando, la entrevista era a las cuatro de la tarde
—Lo sé, pero llevo aquí más de diez minutos tratando de enunciarme con usted.
—¿Qué está insinuando? No es mi culpa que haya llegado tarde, siga por favor.
Carolina, cojeando se fue hacia el elevador, ¿Qué más faltaba? Cuando llegó al decimo piso, otra rubia recepcionista la recibió , la jefe de recursos humanos estaba en otra entrevista en su lugar y quiso desfallecer, pero qué más daba, iba a esperarla.
Se agachó para ver su pantalón y al sentir el ardor se dio cuenta que su rodilla estaba pelada y llena de sangre, un pedazo de piel colgaba de su articulación y apenas chillo para sus adentros.
Apenas salió la jefe de recursos humanos, le dio la mano a la chica que estaba con ella y la felicito.
—¡El cargo es suyo! Mañana puede venir a que se inicie el proceso de contratación
La chica, una joven mujer de cabello largo lacio y muy elegante le correspondió.
—¡No se va a arrepentir! Gracias por la oportunidad.
Carolina supo que no había nada que hacer, sin embargo se acercó a la jefe.
—Buenas tardes, tenía una entrevista con usted a las cuatro, pero tuve un pequeño accidente y no pude llegar a tiempo.
—Lo siento señorita —la mujer la miró también despectiva —Ya se ocupó la vacante, por eso se le informó lo importancia de la puntualidad.
Carolina bajó su cabeza, frustrada no dijo una sola palabra más, se fue hacia el baño para curar su herida, pero en su rostro era difícil ocultar la infelicidad.
—¡Mierda! —Exclamó al sentir como un duro cuerpo se estrelló contra el suyo de camino al baño.
—¿Carolina? —Eithan movió la cabeza sorprendido—¿Qué está haciendo aquí?
—No puede ser, no entiendo porque me lo encuentro tanto, vine a una entrevista de trabajo señor
—No me digas señor ¿Y como te fue? —Le esbozó una sonrisita socarrona, Eithan estaba lejos de imaginarse a que cargo se había postulado y ella, también estaba muy lejos de imaginarse que él era el gran CEO.
—¡Mal! Porque preciso me los encontré a ustedes dos en la entrada, su esposa me hizo un espectáculo, me caí de bruces, se rompió mi pantalón, me pelé la rodilla, y estoy hecha mierda—La voz de Carolina se cortó
Eithan dirigió su mirada a la rodilla de Carolina y se dio cuenta por encima que el pantalón tenía un gran agujero.
—Lo siento mucho, ¿A qué cargo te habías postulado?
—A asistente de gerencia, soy profesional y…—Carolina rompió en llanto —Y quise ser una simple asistente, porque mi esposo antes de morir iba a trabajar aquí, tuvimos un accidente un día antes de que él empezara y todo se fue al carajo, él, mi hijo, ¡Todo!
Carolina no pudo evitar consumirse en el recuerdo, Eithan de nuevo no estaba dentro de sí, por el contrario, un sentimiento de nostalgia se posó en su interior, tomó a carolina de la mano, e inconsciente de lo que hacía, la llevo por un pasillo hasta su oficina, no dijo nada, solamente la condujo hasta allí, mientras que ella no dejaba de llorar como si fuera una niña pequeña.
Eithan entró con ella en su oficina, la sentó en su gran sofá de espera, y cerró la puerta a su espaldas, se fue a su baño privado y allí, del botiquín, sacó unas toallas húmedas, un paquete de pañuelos, también algodón y algún ungüento para limpiar la herida.
Caminó inerte, se acercó a ella, y como si la conociera de toda la vida, levantó su pantalón corroído, y acarició su pierna. Con una toalla húmeda empezó a limpiar la herida, y la miró fijamente a los ojos.
—¡Todo va a salir bien pequeña!
Carolina corrió su pierna hacia atrás dando un sobresalto, palideció como si hubiera visto un fantasma, solamente había una persona en el mundo que la llamaba así y estaba muerto.