Amaya Despertar en la casa de la familia de mi padre luego de una cena de presentación que terminó siendo una cena de compromiso, no era la jamás hubiese deseado hacer un sábado en la mañana. Tardé en dormirme, tal vez demasiado, por toda la información que bombardeaba mi cerebro, pero fui consciente de que nada de lo que hiciera cambiaría el rumbo de mi vida, no me quedó nada más que llorar. Tenía que desahogarme, solo que no fue ni el mejor momento, mucho menos el mejor lugar. Mis hermanas me lo hicieron saber cuándo llegué al desayuno con la familia, uno en el que Hiro fue el único que me sonrió y señaló para que me sentase a su lado, mientras que mi padre aún no llegaba de lo que fuese que estuviese haciendo. —Llorar causa que salgan ojeras, arruga la cara y debilita el sistema