Tuve momentos en mi vida en los que no sabía qué hacer. Como en tercer grado, cuando Bobby me envió una nota diciendo que le gustaba, o cuando cumplí quince años y mi mamá insistió en darme un discurso larguísimo sobre abejas y cigüeñas, pero nada se compara con el de ahora... —¡Robert! ¡¿Qué estás haciendo aquí?!— Grito, quitando sus brazos de alrededor de mí con un movimiento rápido. —¡Vine a hablar! ¡Sigues evitándome y no puedo soportarlo más! ¡No puedo dormir, no puedo trabajar, no puedo hacer nada desde que peleamos! ¡Quiero una segunda oportunidad!— Lloró visiblemente herido por mi repentino rechazo. Está bien, dile que no y ahuyentalo antes de que llegue a Eduard Gritó la voz exasperada en mi cabeza. Pero no puedo hacerlo. Simplemente no puedo. Si miro su apariencia, puedo deci