Sólo después de una hora insoportablemente larga desde el incidente, la señora Rosa dejó de bromear implícitamente, dejándome tiempo para pensar en silencio sobre lo que haría a continuación. Y todo este tiempo tuve que responder a los insistentes mensajes de Eduard. De repente mi vida se volvió muy emocionante. Pongo los ojos en blanco y me disculpo con una sonrisa tímida al cliente frente al mostrador cuando siento la débil vibración del teléfono en mi bolsillo. Empecé a acostumbrarme. ¿Lista para la cena de esta noche?- E Ya dije que me voy a casa. NO INSISTAS MÁS Respondo poniendo los ojos en blanco, aunque una sonrisa orgullosa logra capturar mi expresión. Eso debería resolverlo. Sin embargo, me siento halagada por toda la atención que me brinda. Pero pedirle a Eduard que deje