—Espera... ¡No!— Su voz protesta sorprendida mientras intenta liberarse de mi abrazo. Sin embargo, no dejo que se aleje de mí ni un centímetro. Estaba decidido a que cuando la encontrara me vengaría de todas las noches de insomnio y todas las duchas frías, pero tan pronto como mis ojos hicieron contacto con su rostro angelical, no pude pensar en otra cosa que arrancarle la ropa. ¡Especialmente con este vestido! —No te resistas— le susurro besando su cuello, dándome cuenta al mismo tiempo de cuánto extrañaba el dulce aroma de su perfume. —Eduardo, no. Esto no es bueno— continúa protestando con voz débil, su cuerpo lentamente cede a la atracción entre nosotros. Ni siquiera presté atención al resto de la frase después de escuchar mi nombre casi susurrado en sus provocativos labios. La si