CAPÍTULO CINCO La Reina Viuda María de la Casa Flamberg estaba en el el centroe sus jardines, se llevó una rosa blanca a la nariz y absorbió su delicado olor. Con los años se le daba bien ocultar su impaciencia y, cuando se trataba de su hijo mayor, la impaciencia era una emoción que le venía demasiado de inmediato. —¿Qué es esta rosa? —preguntó a uno de los jardineros. —Una variedad creada por una de los jardineras contratadas como sirvientas —dijo el hombre—. Ella la llama la Estrella Brillante. —Felicítala por ello e infórmala de que, de ahora en adelante, se conocerá como la Estrella de la Viuda —dijo la reina. Era tanto un cumplido como un recordatorio para la jardinera de que aquellos que poseían la deuda de la sirvienta podían hacer lo que desearan con sus creaciones. Era el tip