Emely se ruborizó y observó con impresión a Luciano, sintió que él apretó su agarre y su mirada se volvió más profunda, embriagándola por completo. Ella, confundida, soltó el agarre y esquivó su mirada, volteando hacia Ian. —¿Cómo que has hablado de mí? —preguntó. Ian se notaba que no había notado nada extraño, sonreía como cualquiera que no ha visto a alguien especial por años. —Bueno, él exagera, solo le he contado de ti desde que me comentó que iba a volver al país —explicó—. Eso fue hace dos semanas. Emely sonrió y sintió que Ian la tomaba de la mano. —Quiero presumir a mi hermosa novia —esbozó. . . . Fueron a cenar en un restaurante frente a la playa, donde Emely nunca habría imaginado algún día a estar. Siempre pasó por aquel sector y veía imposible que algún día pudi