—¡¿NO PUEDES SER MÁS AMABLE!?— Escuché un grito angustiado desde dentro de mi oficina, lo que me hizo asomar la cabeza y me recibió una cantidad tan grande de palabrotas que pensé que mis oídos sangrarían. Seguí los sonidos y me di cuenta de que el Sr. Galloway era la fuente del alboroto, y estaba gritando a la flebotomista, quien parecía a punto de desmayarse de miedo. —¿Qué significa esto? —exclamé en la escena ante mí. —¡Doc! ¡Tú dijiste que estaría en buenas manos con esta persona! —me gritó señalando a Hayley con desprecio. —Sr. Galloway, por favor, baje la voz, esta es una clínica médica y tenemos otros pacientes aquí —le reprendí. Juro, que es como tratar con un niño, bufé para mis adentros. —¿Me estás diciendo qué hacer? —reaccionó enojado. —Sí, ¡lo estoy! ¡Esta es mi clínica