El día del cumpleaños de Mirkov, los trabajadores de la torre Burgoz estaban de júbilo, pues volvían ser ellos mismos. Delilah corría de aquí para allá con distintos arreglos y obsequios para su jefe. Entre ellos, habían distintas invitaciones, cartas donde las chicas se le declaraban aunque estuviera casado, cajas de bombones, relojes, e incluso podía llegar a pensar que ropa íntima. El público femenino estaba loco por el pelinegro, e incluso algunos chicos arriesgados se atrevían en esa fecha a hablarle para concordar citas, las cuales rechazaba el hombre con toda la amabilidad de sus huesos. Aunque tenían el resto del año para hacerlo, solo en el cumpleaños del jefe le veían más de cerca y podían convivir en una sola sala. Casi todos los años que Delilah llevaba trabajando para él, ha