Tres días después Demian todavía se sentía muerto. La enfermedad realmente lo había derribado, pero lo que lo sorprendió fue Olivia. Ella no salió de su departamento. Le sirvió sopa, lo ayudó a bañarse; lo vistió, le cambió las sábanas. Ella era asombrosa, paciente y muy dulce. Ni una sola vez se quejó de pasar tiempo con él, leyendo sus correos electrónicos para que al menos pudiera hacer algo de trabajo. Ella contestó su teléfono, tomó notas y todo estaba completamente en orden. La única vez que se había ido era para cambiarse de ropa. No le importaba que ella caminara desnuda, pero lo entendía. —¿Cómo te sientes hoy?—preguntó ella mientras caminaba hacia la cocina. —Estoy mucho mejor. ¿es una pastel de chocolate ? preguntó. —Si. Llevaba otra camisa y unos Jeans. Estaba empezando a